La quinta pata del gato
11/02/2025 | 11:14
Redacción Cadena 3
Adrián Simioni
Audios
Donde hay una necesidad hay un derecho: ¿Y si hay dos derechos al revés?
Caso. Hace unos años, una mujer le solicita a una obra social que le pague la operación de ligadura de trompas porque no quiere tener más hijos con su pareja.
Ahora, la misma mujer le pide a la misma obra social que le pague un tratamiento de fertilidad, al 100%, sin límites de cobertura y por hasta tres intentos al año, más todos los estudios y medicamentos.
Claro, la obra social fue a la Justicia y planteó: “Che, esta afiliada ya era mayor de edad sabía muy bien lo que hacía cuando se ligó las trompas, los médicos le explicaron que estaba eligiendo un método anticonceptivo definitivo, firmó un consentimiento informado y ahora ustedes me exigen solventar un método de reproducción sin aclarar que la causa de su infertilidad es un hecho provocado voluntariamente por ella. ¿Cómo es esto?”.
Claro, resulta que la mujer le dice a la Justicia que ahora tiene otra pareja, que su “proyecto de vida” cambió y que tiene “derecho a tener un nuevo proyecto familiar”.
Bueno: la Justicia le dio la razón a la mujer y la obra social tiene que pagar. Se trata de la Cámara Federal de San Martín, Buenos Aires, una cámara que nos tiene acostumbrado a fallos generosos, donde se revolean derechos sin importarle demasiado quién tiene que arremangarse para bancar esos derechos. Una justicia demagógica.
La cuestión sirve para darle una vuelta de tuerca a esta idea que Evita metió muy dentro de la ideología argentina cuando se dedicó a repartir lo que no era de ella para quedar bien y dijo la famosa frase: “Donde hay una necesidad, nace un derecho”.
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Ya de por sí, eso es complicado. Primero, quién define lo que es una necesidad. El hombre necesita comida, agua, abrigo y resguardo. Pero ¿aire acondicionado? ¿un título universitario? ¿ropa de marca para no sentirse discrimiado? ¿Quién pone el límite?
Segundo: ¿cómo se cubre esa necesidad? En este caso, la mujer tenía derecho a no tener más hijos si lo quería. Pero ligarse las trompas no es el único método anticonceptivo.
Tercero: es muy bonito decir que alguien tiene derecho a cualquier cosa. Pero en realidad la frase debería ser, en todo caso, “cuando hay una necesidad, alguien tiene que encargarse de cubrirla y eso cuesta, no hay almuerzos gratis”. La demagogia argentina prefirió quedarse en la partecita del derecho, y nos hemos pasado 80 años gritando que damos un derecho y, sin decirlo, le vamos cargando obligaciones a gente a la que ni le avisamos. En este caso, la obra social, que no tiene en su Programa Médico Obligatorio la obligación de brindar un tratamiento y al día siguiente, el tratamiento contrario.
Como dicen los libertarios, hay que respetar irrestrictamente el proyecto de vida del otro, pero eso no quiere decir necesariamente que haya que pagárselo.
Pero acá estamos ante una insólita vuelta de tuerca: porque encima resulta que el “proyecto de vida” cambia de un día para el otro. Hay una obra social corriendo de un lado a otro para ponerle plata a alguien que, encima, no sabe bien qué quiere.
Es el país generoso. Con la plata de los otros. Y a veces los jueces no ponen ni las manos. Es más cómodo seguir repitiendo como loros “donde hay una necesidad nace un derecho”, aunque tratemos como bola sin manija el derecho de un seguro de salud a cuidar sus finanzas para poder cumplir con las obligaciones que ya tiene de atender la salud de sus miles de afiliados que no cambian de idea de un día para el otro.
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