El clasismo sanitario, temporada 7

La variante Ómicrom no viene sola. A medida que crecen los contagios vuelve a hablar cada vez más el ministro de Salud de la Provincia de Buenos Aires, el camporista Nicolás Kreplak, que se hizo famoso como uno de los talibanes que condenó a la Argentina a la cuarentena más larga e intensa del mundo.

Kreplak acaba de responsabilizar por el aumento de contagios a la clase media y alta. Dijo que “los niveles más elevados económicamente -los primeros tres- tienen 6 veces más contagios que los niveles inferiores”. Para él, tiene que ver con “la cantidad de reuniones de fin de año que tienen esos sectores”. Para el ministro, la clase media y los ricos se juntan más que los pobres.

No dio datos para sostener estas ideas. Sólo aludió a un presunto uso de Big Data e inteligencia artificial para analizar el comportamiento de la población. Hay mucho para discutir. Por ejemplo, es posible que se detecten menos casos en los sectores humildes porque allí los servicios sanitarios son menores. A menos que concluyamos que el Covid es como la diabetes, una enfermedad de ricos, como nos explicó hace varios años otra sanitarista famosa: Cristina Fernández.

No es la primera vez que Kreplak saca a pasear los prejuicios de su clasismo sanitario. A los demagogos del Covid les encanta demonizar a las clases medias.

Como aquella vez que se las agarraron con los “runners” que empezaron a salir a correr de noche cuando se hartaron del encierro. “Querían correr y ahí tienen las consecuencias”, dijo el sanitarista Alberto Fernández, culpándolos de la pandemia. Después, su exministro de Salud, Ginés González García, admitiría que la campaña contra los runners había sido por una cuestión de imagen.

Pasó lo mismo con remeros solitarios en el Delta perseguidos por helicópteros y que se comieron días de cárcel. Con señoras mayores que tomaban solas un ratito de sol en una plaza culpables de vivir en un barrio acomodado. Con tantos otros ejemplos.

A los cruzados contra la clase media como Kreplak no les tembló el pulso al inicio de la pandemia para prohibir todos los vuelos internacionales de un saque, dejando a decenas de miles de argentinos varados en el extranjero. Uno podía adivinarles el prejuicio interno: “Total son ricos”. Prohibieron los vuelos durante meses y meses. El Covid ya retozaba a sus anchas por todo el país pero la prohibición, que se había hecho para demorar el ingreso del bicho, seguía vigente. Lo volvieron a hacer este año con la excusa de la variante Delta.

En todo caso, conviene tomar con pinzas las estadísticas de Kreplak. Sobre todo si tienen algún grado de complejidad, porque en septiembre de 2020, por ejemplo, se le traspapelaron 3.500 muertos luego de fracasar en algo tan simple como ir anotando los fallecimientos que sucedían en cada hospital.