Sujarchuk, intendente "K" de Escobar, ahora sí quiere comprar armas no letales.

La quinta pata del gato

El kirchnerismo ahora dice que la ve

10/09/2024 | 11:21

 

Redacción Cadena 3

Adrián Simioni

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El kirchnerismo ahora dice que la ve

Sorpresa en el conurbano. Contra todos los presuntos principios enarbolados por el kirchnerismo en los últimos 20 años, ahora muchos intendentes peronistas empiezan a ver la luz y quieren dotar a sus guardias urbanas de armas no letales, como las Taser o las Byrna.

El que hizo la punta fue el intendente peronista de Escobar, Ariel Sujarchuk. El viernes mandó al Concejo Deliberante una propuesta para adquirir pistolas Byrna. Así, él y otros más se suman a los intendentes del PRO y del radicalismo que hace rato vienen desafiando al gobernador Kicillof, que quedó preso del relato garantista K. Hace ya 6 años, Patricia Bullrich era ministra de seguridad de Macri y propuso empezar a usar pistolas Taser. El kirchnerismo se abroqueló en contra. Antes de pensar dos minutos en el tema los organismos de derechos humanos dijeron que eso era institucionalizar la picana eléctrica usada por el terrorismo de Estado en la dictadura. En realidad, era precisamente lo contrario: reemplazar el uso de armas fuego letales por armas no letales. Cualquier defensor de los derechos humanos en cualquier lugar del mundo las promovería. En lugar de matar a un delincuente violento, se lo deja fuera de juego. Pero no hubo caso. Es lo que sucede cuando no se piensa con el cerebro sino con las caderas. Y es lo que sucede cuando no se dice lo que se piensa sino lo que uno cree que queda bien. La corrección política le gana a la honestidad intelectual.

El propio Sujarchuk lo expone sin tapujos. Ayer dijo: “No nos quedemos con los discursos viejos. Nuestros dirigentes se están peleando por una birome que cada vez tiene menos tinta y que los aleja de los problemas cotidianos de los bonaerenses”. No más palabras su señoría.

No es el único caso en el que algunos kirchneristas empiezan a ver la luz. El intendente de Bahía Blanca rogaba que Kicillof dejara de oponerse por ideología y cálculo electoral al Rigi, el régimen de promoción de inversiones, para que no se le escurriera entre los dedos la mayor inversión de la historia: la planta de licuefacción de gas de YPF y Petronas. Pero el versito pudo más. Y allí partió la inversión a Río Negro.

Se cansaron de hacerlo. El kirchnerismo prohibió engordar salmones en Tierra del Fuego; prohibió toda minería a cielo abierto en Chubut, no importa si no usa cianuro, si no usa agua o si no hay acuíferos ni habitantes en 100 kilómetros a la redonda; les calentó la oreja a presuntas organizaciones de pueblos originarios que se transformaron en usurpadores y extorsionadores violentos; soltó presos en nombre de un falso garantismo e ignoró a las víctimas.

Hasta Cristina Fernández tuvo un ataque de honestidad intelectual la semana pasada. Como si acabara de llegar de Júpiter no dijo sino que escribió estas críticas: “Los sindicatos ya no expresan a la mayoría trabajadora”; “El viejo estado omnipresente derivó en burocracia e ineficiencia”; “no se impulsó la reversión del déficit fiscal”, o sea que no se buscó el superávit fiscal; no se planteó una reforma profunda de la educación pública”; “es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume”. Señora: usted hizo todo lo contrario durante los 20 años que gobernó con su marido y su presidente designado Alberto Fernández. De hecho, le puso la frutilla al postre: dijo que el peronismo tiene que “alinear pensamiento, palabra y acción”. O sea, aprender a decir lo que se piensa y hacer lo que se dice. A ella le va a resultar muy, muy, muy difícil después de tantos años de hacerse la que no la veía porque le convenía electoralmente y para perpetuarse en el poder. De hecho, la hipocresía parece no tener fin, porque ahora se hacen los que recién la ven, cuando siempre la vieron.

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