La quinta pata del gato
12/10/2021 | 11:02 |
Adrián Simioni
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El país con los gobiernos múltiples
El gobierno de Alberto Fernández está atrapado entre su discursito viejo para consumo interno, por un lado, y la necesidad de una mínima racionalidad, por el otro. A los cristinistas radicalizados les tiene que repetir los mantras antiempresa y antimperialistas. Pero al FMI le tiene que pedir por favor que le perdone la vida y a los empresarios privados les tiene que rogar que inviertan.
A medida que todo se agrava, esa contradicción es cada vez más desquiciante.
Empezando por el Presidente, que a veces parece disociado. En Tucumán, Alberto Fernández volvió a escupir a “los especuladores financieros”.
“Les decimos que no”, gritó, exaltado. Pero resulta que su ministro de Economía sale cada semana a decirles que sí. Les pide cada vez más plata prestada. En agosto la deuda alcanzó un récord histórico: 346 mil millones de dólares. Si no fuera por los “especuladores financieros” Alberto tendría que ajustar el gasto o emitir mucho más dinero sin respaldo.
La esquizofrenia se ve en el loteo del gabinete. Alberto lo pone a Juan Manzur de jefe de Gabinete y lo vende como alguien con “contactos con el gobierno de Estados Unidos”. Lo manda a Nueva York como un pragmático con buenas relaciones con el capitalismo democrático para “generar confianza”. Pero el cristinismo le pone en la secretaría de Comercio a Roberto Feletti, un soldado del vamos por todo que en 2011, cuando era un alto funcionario de Cristina decía que, si ella ganaba las elecciones ese año, “el populismo debía radicalizarse”.
Ahora Feletti dice que, para frenar la inflación, quiere definir el margen de facturación de cada producto y de cada empresa. Primero: ¿quién se cree que es Feletti para imponer semejante inconstitucionalidad? Segundo: ¿en serio cree en esos delirios o es para asustar nomás (para eso ya lo tenemos a Aníbal Fernández)? Tercero: ¿qué pasaría con la competencia y la inversión si por milagro Feletti consiguiera eso? Está fácil que alguien invierta para que un burócrata que nunca arriesgó un peso le diga a cuánto vender.
Esta especie de desdoblamiento psiquiátrico se ve hasta dentro de cada ministerio. Ayer, en el mismo día, al final Agricultura flexibilizó el cepo a la exportación de carne. Un ratito después limitó la exportación de maíz. ¡Ajá! Un encanto.
El gobierno argentino tiene un problema grave: nadie sabe -ni ellos mismos, da la impresión- cuál es su plan. Y la Argentina tiene otro problema más grave aún: nadie sabe quién la gobierna.
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