La quinta pata del gato
04/06/2024 | 12:00
Redacción Cadena 3
Adrián Simioni
Audios
Elon Musk multiplica la riqueza; nosotros, la pobreza
Ayer Elon Musk, el creador de Tesla, Paypal, SpaceX y dueño de Twitter, publicó un tuit que vale la pena leer desde Argentina. Simplemente recordó que, hace 14 años, Tesla se transformó en una compañía pública. Esto quiere decir que dejó de ser una propiedad estrictamente privada y que salió a cotización pública: cualquiera podía invertir en ella. Fue en 2010. Tesla ya tenía el prototipo de su coche eléctrico pero necesitaba más capital para tomar envión, revolucionar la industria automotor en línea con el cambio climático y transformarse, hoy, en la automotriz más grande del mundo capitalista, el doble de valor de la segunda, Toyota.
Los inversores le creyeron a Musk e invirtieron en unos días 1.500 millones de dólares en acciones. Hoy Tesla vale 500 mil millones de dólares. El PBI de la Argentina. El valor de la empresa se multiplicó por más de 330 veces, incluyendo ampliaciones de capital. Se calcula que alguien que invirtió mil dólares en 2010 hoy tiene 133 mil dólares en acciones. Su capital personal se multiplicó por 133.
En Argentina, alguien que en 2010 puso mil dólares en el colchón, sigue teniendo hoy mil dólares. El Indec calculó en 2010 que los argentinos tenían en el colchón 131 mil millones de dólares. Y para fin del año pasado, según el Indec, tenían 277 mil millones de dólares. El capital de Tesla se multiplicó por 330; el de los argentinos por 2. En 15 años.
Nosotros no invertimos, por ejemplo, en Mercado Libre. Consideramos a Mercado Libre “argentina” porque su inspirador, Marcos Galperin, es argentino. Pero no somos dueños de ella. Porque nunca invertimos en ella. Ni básicamente en nada. Acá los dólares se acumulan por ahorro, por amarrocar, por lo que logramos sacarle al Banco Central cuando el dólar está barato; no por inversión productiva, no por nuestra capacidad para multiplicar la riqueza.
Mercado Libre es apenas un ejemplo. Los argentinos no tenemos frigoríficos en los cuales invertir. Lo cual es una pena. De haberlo hecho, en lugar de sólo sufrir como consumidores cuando aumenta el precio de la carne podríamos compensar esa pena como inversionistas si tuviéramos acciones en empresas ganaderas. Y lo mismo podemos decir de cerealeras, la industria de pastas, las fábricas de cosechadoras, las forestadoras, las seleccionadoras de maní, la industria del limón… sólo para hablar del agro. O de Vaca Muerta, o de la minería o de la pesca y tantas cosas más. Sufrís el aumento del gas, pero no podés participar de la distribución de dividendos de Ecogas. No, en Argentina la riqueza es eminentemente oligárquica. Sólo podés participar del boom de la soja si heredás un campo o si tenés el talento y ponés el esfuerzo descomunal que pusieron quienes sin nada lograron crear una empresa contratista. Si no, no. Si tenés suerte tenés casi los mismos dólares que habías guardado en un jarrón en 2010.
Son años de inflación, de confiscaciones, de planes bonex, de corralitos, de pesificación de préstamos en dólares, de impuestos irrazonables, de retenciones extravagantes, de desprecio por la riqueza, de espantar al ahorro. Si no los escondés en el jarrón te los pueden chorear los gobiernos, el Partido del Estado hecho de ñoquis o directamente los choros. La riqueza no se muestra. Se esconde. Inerte. En el cajón de las medias. Inservible. No tenemos ni la confianza, ni los mercados, ni las empresas en las cuales invertir. La pobreza marcha a toda velocidad en un Tesla de miseria. La riqueza va a pata. Y ya está en nuestro ADN cultural. Creemos que es así. Pero el mundo no es así. Hemos naturalizado que la pobreza llegue al 55%, como estimó ayer el sinuoso Observatorio de Pobreza de la Universidad Católica Argentina, la universidad del Papa, heraldo de nuestro pobrismo en sangre. Pero sepamos que no es así, no es natural. Lo demuestra el progreso continuo del mundo. Nuestra pobreza no tiene nada de natural. Es, ante todo, el resultado de una decisión política; de decisiones de un sistema político que en Argentina ha prohibido confiar en la idea de alguien y poner el ahorro al servicio de algo, sean autos eléctricos, vacas en ordeñe, caños de gas, una excavación minera o cualquier cosa que pueda llegar a enriquecernos. Porque nos han convencido de que multiplicar nuestra riqueza por 133 sería un pecado. Y nos han hecho creer que ser cada vez más pobres es una virtud.
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