Alberto Fernández

La quinta pata del gato

La otra devaluación de Alberto Fernández

25/07/2024 | 11:07

 

Redacción Cadena 3

Adrián Simioni

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La otra devaluación de Alberto Fernández

Cuando Alberto Fernández asumió la presidencia argentina en nombre de Cristina Fernández hacían falta 69 pesos para comprar un dólar blue. Cuatro años después, cuando se fue, hacían falta 990 pesos para comprar lo mismo. Alberto sabe muy bien lo que es una devaluación económica. Por no hablar de la devaluación política a la que lo sometió durante cuatro años su mentora.

Pero ayer le llegó una tercera devaluación, tal vez inesperada. El autócrata venezolano Nicolás Maduro –que va a elecciones el domingo- le mandó una carta en la que lo desinvita a participar como veedor electoral en los comicios. Alberto ya tenía las valijas hechas. El Consejo Nacional Electoral de Venezuela, un apéndice de Maduro, lo había invitado junto a otros simpatizantes del chavismo a que viajaran a Caracas para certificar que las elecciones –en las que muy probablemente Maduro cometa un gigantesco fraude- son limpias. A Maduro le fueron quedando cada vez menos personajes con algún peso para respaldar sus fraudes electorales. Ahora el Consejo Electoral le dijo que no vaya porque existen “dudas” sobre la imparcialidad de Alberto Fernández. Dicho sea de paso, ese planteo es una prueba olímpica de cómo el régimen chavista manipula las cosas.

Pobre Alberto. Como en casi todo, hizo lo posible por hacerse querer por Maduro; tenía que mostrarse bolivariano para calmar al kirchnerismo más radicalizado. Apenas asumió, desconoció a la embajadora que había destinado a la Argentina el presidente que había designado el Congreso venezolano en manos de la oposición frente a un Maduro que se había hecho elegir en otros comicios completamente fraudulento luego de violar la Constitución, el código electoral y desconocer al mismo Congreso. Después armó un foro de defensa bolivariana con el mejicano López Obrador y un grupito de países pequeños del Caribe financiados por Maduro. Pero se notaba que no coincidía en nada con el madurismo. Es lo que le pasó con todo: tratar de ser siempre otra cosa, hasta no saber ya ni él de qué lado de las cosas estaba.

Ayer Alberto trató de darse una chapa que nadie le reconoce. Dijo que la desinvitación fue porque lo entrevistaron y dijo que “si Maduro es derrotado, lo que tiene que hacer es aceptar los resultados”. Y agregó que, para él, los venezolanos deben haber pensado “que esa coincidencia con lo que había expresado Lula generaba una suerte de desestabilización del proceso electoral”. O sea: él tiene un peso parecido al de Lula y puede desestabilizar algo.

Pobre Alberto, lo invitan a jugar al fútbol pero después ni siquiera el peor equipo lo pone ni en el banco de suplentes.

Falta mucho para que al menos en Argentina alguna vez le reconozcamos lo único bueno que hizo: negarse a copar el Poder Judicial para garantizar la impunidad de Cristina, que era el único objetivo de verdad que le había exigido la expresidenta. Algún día lo haremos.

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