Ilustración: Juan Pérez Gaudio

La quinta pata del gato

Libro y Estado, asunto separado

02/05/2024 | 13:59

 

Redacción Cadena 3

Adrián Simioni

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Libro y Estado, asunto separado

La decisión del presidente Javier Milei de que el Estado no participe con un stand en la Feria del Libro de Buenos Aires y, además, de no presentar en ella su último libro, en medio de un enfrentamiento con la industria imprentera y librera, dice mucho sobre nosotros como sociedad.

En primer lugar, por debajo del enfrentamiento hay un fuerte choque de intereses económicos. Y no por los presuntos costos del stand oficial o del operativo para garantizar la seguridad del presidente. El disgusto es porque las políticas de Milei amenazan terminar con los paraguas estatales a los imprentores, editores y libreros argentinos.

En la ley Ómnibus Milei proponía eliminar la prohibición que existe en la Argentina para que los libreros compitan en precios. Fue una ley que los libreros consiguieron en 2001 que impone un precio de venta único para los libros en todo el país hasta que los libros entren en saldo. Además, como para poder controlar esto hace falta crear un registro, en los hechos no cualquiera puede vender libros. Es un corralito corporativo.

El kirchnerismo le agregó al sector más subsidios y protección. El Estado compró todos los años fortunas en libros con plata del presupuesto para las bibliotecas populares. Y también destinó partidas a la compra de textos escolares. Fueron durante muchos años subsidios muy importantes para la industria. La motosierra de Milei es incompatible.

Además los gobiernos K llevaron el proteccionismo al extremo. En 2012 prohibió de hecho la importación de libros cuando, con la excusa de cuidar la salud de tintas con plomo que ya casi no se usan en el mundo, comenzó a exigir certificados al que quería importar. El resultado fue un corralito más para favorecer a los imprenteros locales. En 2016 Macri quitó esta barrera absurda. En 2020 Cristina y Alberto la repusieron.

Como hizo con tantas otras cosas, el kirchnerismo usó todos estos recursos para sellar un pacto de profundidad con los libreros, como hizo con los actores, los músicos y todas las expresiones de lo que en Argentina se llama “la cultura”. Por eso ese campo es hegemónicamente kirchnerista en el país. Y eso combinó siempre muy bien con cierta vocación totalitaria.

Por eso cuando se prohibió la importación con la excusa de las tintas el entonces secretario de Cultura de Cristina, Jorge Coscia, pudo blanquear las intenciones clamando que "el Gobierno tiene soberanía cultural para decidir qué libros se deben editar". Pichón de facho.

Por eso otro funcionario K, nada menos que el entonces director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, encabezó una vergonzosa cruzada para prohibir que el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa inaugurara la Feria del Libro en 2011.

Por eso Cristina Fernández pudo presentar su libro Sinceramente en la feria como una heroína mientras Mauricio Macri no se animó a presentar ninguno de sus dos libros en el mismo evento. Ya una vez una turba vinculada al sindicato K Ctera lo había forzado a dejar la feria en 2009, cuando recién era jefe de gobierno de Buenos Aires. Y por eso a su secretario de Cultura, Pablo Avelluto, lo abucheaban durante 5 minutos antes de que pudiera comenzar a dar sus discursos.

Puede haber todas las excepciones que se quieran, pero la Feria del Libro es un territorio hegemónicamente kirchnerista. Y se ha usado, se usa y se usará como plataforma casi partidaria.

Milei no se queda atrás. Él lo blanquea –acaba de decir que no va porque lo quieren sabotear al estilo kirchnerista- pero además le echa leña al fuego y dobla las apuestas.

Dice mucho sobre nosotros: nos llenamos la boca hablando de pluralidad, libertad y respeto por el otro. Pero no lo ejercemos. Ni siquiera en una Feria del Libro. Por debajo hay intereses corporativos, trincheras ideológicas y mucho fuego cruzado.

Tal vez lo mejor sería separar de una buena vez las cosas: libros y Estado, asuntos separados. Una sociedad libre y plural no debería necesitar del Estado para que, tras bambalines, le organice y le banque hasta una feria del libro.

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