Lo que no aguanta una segunda vuelta es este ajuste sin destino

Mientras seguimos navegando con rumbo incierto hacia un nuevo gobierno, la economía sigue crujiendo. Todo parece agravarse.

Y todo termina traduciéndose en más pobreza. Empezando por los alimentos. El precio de la hacienda, por ejemplo, no para de subir: casi 20% desde la semana pasada.

Influye el clima: las lluvias anticipan que habrá más pasto y entonces los ganaderos frenan la venta de animales para retenerlos y producir más kilos. Eso reduce la oferta. 

Pero no es lo único. La devaluación parcial de Massa luego de la elección del domingo subió el precio interno de la soja y de todos los alimentos para el ganado en general. En los mostradores ya se siente. Los aumentos también terminarán sumando entre 15 y 20%, dicen las cámaras empresarias.

También siguen las tremendas restricciones al comercio. Los ejemplos sobran. El empresario Martín Cabrales, dueño de la cafetera del mismo nombre, contó que, ante la imposibilidad de importar café con dólares oficiales por el cepo hay que hacerlo con dólares propios o endeudarse sin saber cuánto va a costar el dólar en el futuro, lo que se complica por los precios internos. 

Por ahora, las empresas se están comiendo el stock. Pero lo más grave es el freno total. Dice Cabrales que su empresa podría tener 400 clientes gastronómicos más de los que tiene, pero no los va a buscar porque no podría abastecerlos. Argentina, el país más extravagante del mundo, tiene empresas que tratan de no vender. Insólito.

Es lo que pasa con el desabastecimiento de naftas y gasoil, del que ya hemos hablado mucho. No hay dólares para importar y adentro los precios son muy bajos así que las petroleras y refinadoras frenan su actividad.

Es decir, es el mismo paisaje en el que estamos metidos desde hace ya demasiado tiempo, que ya no se aguanta más. Un ajuste continuo, que les pega siempre a los mismos y que, encima, no parece tener ningún destino. Todo atado con baba hasta el 19 de noviembre, cuando vayamos a votar.