La quinta pata del gato
07/05/2021 | 11:40 |
Adrián Simioni
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Los ajustes son de nosotros, las vaquitas son del Estado
En la crisis argentina el ajuste, los recortes, recaen por completo sobre el sector privado. Los impuestos no sólo no bajan. Aumentan. La recaudación impositiva es lo único que crece por arriba de la inflación.
El trabajo informal, en negro, ha recibido la mayor paliza. Como a nadie le importa, nadie lo mide. En el sector privado, se perdieron en la pandemia 155 mil empleos en blanco. En cambio, en el sector estatal se inventaron 39 mil puestos nuevos. Hay que seguir sumando ñoquis y acomodados.
Eso por no hablar de que buena parte de las burocracias nacionales, provinciales, municipales, legislativas, judiciales y universitarias siguen calentitas en sus casas con la excusa de la pandemia. Los privados no pudieron hacer lo mismo, sobre todo los que viven de changas, los monotributistas, los autónomos, los profesionales. Al que no trabaja se lo comen los piojos.
Todos los días hay noticias nuevas que confirman la tendencia. Hoy, por ejemplo, se supo que los sindicatos ferroviarios acordaron un aumento de 37,5% más un bono de 15 mil pesos y otras sumas no remunerativas que no se precisaron. ¿Con quién lo acordaron? ¿Cuál es la patronal de los ferroviarios? Es el Estado, el gobierno.
El mismo gobierno que les recomendó a los sindicatos acordar subas del orden del 32% para “alinear precios y salarios” a los ferroviarios les da más del 37,5%. ¿Por qué? Porque en definitiva la plata no es de los políticos que acuerdan esas subas. No quieren pelearse con los sindicatos. No les hace falta. Les sobra la plata de los impuestos comunes, o del impuesto inflacionario, total es la plata que ponen los privados, que no tienen margen para esos aumentos.
La decisión tiene un agravante: prácticamente todos los ferroviarios trabajan en los trenes de pasajeros del Gran Buenos Aires, tremendamente deficitarios y bancados por los argentinos de todo el país para que porteños y habitantes del conurbano sigan movilizándose prácticamente gratis.
Ser privado y ser del interior. Es difícil encontrar una maldición peor en la Argentina, donde los ajustes son de nosotros y las vaquitas son del Estado centralista.
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