La quinta pata del gato
02/12/2023 | 12:14
Redacción Cadena 3
Adrián Simioni
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No fue magia, fue un gigantesco error de Néstor&Cri
Resultó patética la imagen de Cristina Fernández en el Congreso. Ella y tres laderas, vestidas casi al modo norcoreano. Ella cuatro pasos adelante, porque el séquito no debe caminar junto a una emperatriz. Todo muy autocrático.
Fue una parodia de sí misma. CFK era capaz de elaborar argumentos que eran discutibles, pero no hubo ni eso. No se entiende lo que dice. El tonito es el de siempre: dar una lección. Pero fracasa.
No hay argumento. Apenas una frase: “La estanflación es una catástrofe social”. Chocolate por la noticia. Si lo sabremos... A la inflación la conocemos desde 2007, cuando Néstor intervino el Indec para empezar a mentir ese dato, después de recibir de Duhalde un país sin inflación.
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Y la economía no está estancada desde ayer. Hace de 2011 que no crece. Que está estancada. Y hay ocho millones más de personas. Sacá la cuenta, como decimos en Charras.
Cristina habla como si ella no tuviera nada que ver. Como si ella y Néstor no hubieran gobernado en forma directa o indirecta en 16 de los últimos 20 años.
No es que su argumento sea malo. Es que no hay argumento. De aquella Cristina ha quedado sólo la cáscara: pura soberbia. Ella caminando cuatro pasos adelante, siempre hablando sola, jamás conversando, con los seguidores que le quedan: tres.
Es que ya no puede explicar nada. Porque su mayor derrota no es electoral, no es política, no es judicial. Su derrota es teórica, su derrota es que sus ideas estaban equivocadas, que sus políticas fueron un desastre. Que sus gestitos de maestra ciruela encubrían una ignorancia profunda.
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Cristina no sabía todo lo que creía saber. Por eso ahora no puede articular una frase que tenga el menor sentido para explicar nada. Ni siquiera la estanflación: una creación de ella y de los ineptos e inescrupulosos que la rodearon.
Una empresa salteña que hace apenas unos meses logró empezar a vender agua mineral a China ya no puede hacerlo. No consigue los insumos. Los dializados enfrentan el temor de no poder dializarse. En Tierra del Fuego despiden personal porque ya no se puede mantener la fantasía de “fabricar” celulares de a cuatro por día. Es porque no se puede tener una economía cerrada en un mundo moderno. No se puede querer fabricar todo y todo mal acá sacándole el capital para invertir y crecer a los que sí pueden hacer las cosas bien. No funciona.
No hay crédito. Hace años que no se puede construir, no se puede comprar una casa, no se puede alquilar. Es que no se puede tener un Estado que se traga todo, también el crédito, con el verso de que invierte. En desastres como Aerolíneas Argentinas y tantas cosas más. No funciona.
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El Estado es un elefante taponado de ñoquis al servicio de gobernadores feudales, intendentes patroncitos de estancia, presidentes que buscaron perpetuarse. No se puede copar el Estado para ponerlo al servicio de un partido y no exigirles nada a los millones que calientan sillas en las oficinas públicas. No funciona.
Hay millones de personas que viven de subsidios sin hacer nada. Hoy esos subsidios son una miseria. No se puede sacar gente del mercado laboral, decirles que ser piqueteros es una profesión y hacerles creer que los demás van a mantenerlos para siempre. Es una mentira. Es falso. No funciona.
Por las calles no se puede andar, porque los asaltos son récord. A los adolescentes pobres se los llevan puestos el paco y la violencia. No podemos tener ni cables en los postes ni canillas en los jardines. Es que no se puede justificar a los choros, transformar a los victimarios en víctimas. No funciona.
Todo este desastre no fue magia. Fue un gigantesco y larguísimo error de Néstor, Cristina y los muchos cínicos y los muchísimos ignorantes que los aplaudieron.
Cambiar todo eso llevará tiempo y será duro para muchos. Hay que cambiar con cuidado para minimizar el daño. Y saber que la responsable del daño será, más que nadie, Cristina. La autora principal del relato falso, errado, la que no sabía que no sabía y, en su ocaso, sigue hablando sola, en su soliloquio, como si supiera de qué está discurseando, seguida cuatro pasos atrás por los pocos escuderos que le quedan.
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