La quinta pata del gato
06/08/2024 | 11:17
Redacción Cadena 3
Adrián Simioni
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No se metan con mi papá: quieren exigir el secundario a diputados
Ustedes saben que acá no nos gustan las polémicas. Pero hay polémicas que no se pueden evitar. Cuál es la cuestión del día: un diputado nacional acaba de presentar un proyecto para cambiar los requisitos para ser diputado o senador. Quiere que no se pueda postular nadie que no tenga el secundario terminado. Sin secundario, no podés presentarte a una elección.
Tema complicado.
Este diputado, Álvaro Martínez, de Mendoza y de La Libertad Avanza, da un par de buenos argumentos. El principal es que es necesario “elevar la calidad del Congreso” para que los legisladores “tengan una formación sólida que les permitan comprender las implicancias de cada ley y de las decisiones que toman”. Quién puede estar en contra. La iniciativa surge luego de que el tema entrara en discusión a partir de la actuación de algunos legisladores, por ejemplo, la diputada bonaerense que responde a Juan Grabois, quien no hizo el secundario, admitió que no le gusta estudiar y que había votado contra la ley Bases sin haberla leído por completo. Algunas críticas por su forma de expresarse rozaron el bullying y el desprecio, como cuando la canciller, Diana Mondino, le dijo que ella era “la evidencia empírica del absoluto fracaso que fue el curro del Estado Presente”.
La verdad, es que más de uno de los legisladores que votaron a favor o en contra de la ley Bases no la deben haber leído completa. Sólo que no se animan a decirlo.
Otro argumento a favor es que, si para ocupar casi cualquier empleo en el sector privado te exigen el secundario, ¿cómo no exigirlo para ser congresista?
Otro punto a favor: se supone que terminar el secundario es obligatorio en la Argentina ¿Por qué aceptar que alguien que hace leyes viole una de esas leyes?
Pero, más allá de eso, está la cuestión de si se puede limitar la representación popular. Primero, la Constitución no pone ningún requisito educativo. Pone requisitos de edad, una exigencia de ingreso que quedó hace muchas décadas inoperante por la inflación y haber nacido o ser residente de la provincia que representa.
Pero hay una cosa más profunda aún. Por un lado, el hecho de que el secundario no garantiza inteligencia ni conocimientos. Hay cada nabo con diploma… Y, al revés, ya me gustaría a mí tener la inteligencia filosa, la cultura y el bagaje de conocimientos prácticos y teóricos de mi papá Adolfo, un chacarero que sólo terminó el sexto grado. Si el Congreso estuviera formado por tipos como él nadaríamos en el bienestar.
Otro punto: empezamos por la educación, pero ¿qué pasa si después seguimos con el nivel de ingresos o nos metemos con cuestiones muy grises como la salud mental o las capacidades cognitivas? ¿Dónde empezamos los “sanos mentales” entre comillas y terminamos los “enfermos mentales”? ¿Quién decide?
Más a fondo: quiénes somos nosotros para decir que una excartornera como Zaracho no puede representar a nadie, quiénes somos para decir que sus conocimientos de una de las tantas caras de la realidad, sus intereses, sus ideas, no pueden ser parte del debate. Con qué tupé la excluiríamos de un Congreso que, se supone, debe representar a toda la Argentina.
Más a fondo todavía: ¿quienes somos para decir que los votantes de Zaracho no pueden decidir que ella sea su representante? Esa es la cuestión: elegir a alguien con o sin estudios no es sólo derecho del candidato, es un derecho de la diversidad del pueblo de la Nación. Somos nosotros, los soberanos, los que tenemos que tener herramientas cada vez mejores para elegir a quienes nos representen, sean doctores en física, cartoneros… o chacareros como mi papá.
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