La quinta pata del gato
19/09/2023 | 11:20
Redacción Cadena 3
Adrián Simioni
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¿No viene el Papa? Perdonar es divino, pero a Milei no tanto
Como no tenemos suficientes líos, acaba de aparecer otro: el cordobés de Gigena "Tucho" Fernández, flamante cardenal designado por el papa Francisco, acaba de avisar que Jorge Bergoglio podría no viajar a la Argentina –como se venía sugiriendo– si no lo invitan, si percibe el riesgo de ser usado políticamente o si las autoridades desprecian su presencia.
Fernández tiró la piedra y no dijo el nombre. Pero todos sabemos que está hablando de Javier Milei. Milei dijo la semana pasada que Bergoglio “está del lado de las dictaduras sangrientas” y “tiene afinidad por los comunistas asesinos”. Lo de Milei se basa, por ejemplo, en la relación de Bergoglio con Cuba. Ya como cardenal Bergoglio escribió un libro sobre los diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro favorable a los Castro. Como Papa visitó al entonces dictador Raúl Castro con quien “confesó” tener “una relación humana”. Jamás se le conoció una declaración crítica con la falta de democracia en Cuba. O en Venezuela, a cuyo presidente, Nicolás Maduro, recibió en el Vaticano.
Con todo, es difícil decir quién tiene razón en esta disputa por la que, si Milei es elegido presidente y teniendo en cuenta la edad del Papa, tal vez Bergoglio nunca vuelva al país donde nació.
Lo que es difícil es saber dónde empezó la pelea. Porque Milei hacía rato que no decía nada sobre el Papa. Fueron los curas kirchneristas (que se hacen llamar villeros) los que, sorprendidos como todos por el triunfo de Milei en las Paso, armaron días después una misa de apuro en desagravio del Papa por cosas que había dicho Milei… entre 2017 y 2020. Hacía muchos años que Milei había dicho que Bergoglio era “comunista”, “zurdo” y “el representante del maligno en la Tierra”. Y luego habí moderado su posición diciendo que si fuera Presidente respetaría a Bergoglio como jefe de otro Estado.
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Pero los curas K se ve que no tenían muchas ganas de perdonar, como solía predicar el catolicismo. Porque la misa no sólo fue para desagraviar a Bergoglio. También fue para agraviar a Milei, cosa sin precedentes en una misa. Porque allí los curas cristinistas, sin ser psiquiatras, le diagnosticaron a Milei un “desorden emocional” –lo trataron de loco, bah- y le hicieron campaña en contra dando por sentado que alguien así no podría ejercer la Presidencia.
Ahora el ofendido es Bergoglio. Capaz que igual podría venir. Primero, porque para venir a la Argentina no necesita recibir tratamiento de jefe de Estado si es que viene a una actividad de la Iglesia católica. Sería raro, pero nada lo impide. Juan Pablo II viajó a su Polonia natal en 1983, cuando la gobernaba el mandamás comunista Wokciech Jaruzelski, que lo debe haber despreciado como nadie.
Pero, más importante, podría venir ejerciendo la virtud del perdón, de poner la otra mejilla. Bergoglio ya demostró que puede hacerlo.
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Inmediatamente después de que lo eligieran Papa en 2013, en cuestión de horas, por ejemplo, el pasó de la hosquedad a las sonrisas con Cristina Fernández mientras el kirchnerismo y sus escribas eliminaban de Internet las notas en la que lo acusaban desde hacía años de haber hecho la vista gorda con el secuestro y desaparición de curas jesuitas durante la dictadura. Era algo insostenible para un Papa. Fue un claro pacto que benefició las relaciones públicas de ambos.
Más simbólicos todavía fueron frecuentes rosarios, regalos y conversaciones que se prodigó con Hebe de Bonafini, pese a que ésta no sólo había hablado de Bergoglio muchas más pestes que las que podrá decir jamás Milei en lo que le queda de vida. Y a que incluso Bonafini le había usado de baño el altar de la Catedral de Buenos Aires.
En fin. Perdonar es divino. Pero no es para todos igual.
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