La quinta pata del gato
17/02/2021 | 11:44 |
Adrián Simioni
Audios
Prohibido fracasar en Argenzuela
La decisión del gobierno de imputar a fabricantes de bienes de consumo masivo por no producir en las cantidades y al precio que ordena un burócrata es tan perversa que uno no sabe por dónde empezar.
Primero que nada: es un axioma viejo de todas las corrientes económicas que no se puede controlar a la vez el precio y la cantidad de un bien. Si yo ordeno que una cerveza se venda a 1 peso, puedo hacerlo. Pero tengo que asumir que no habrá cerveza a ese precio. Puedo estatizar la empresa y vender a un peso. Pero tendré que subsidiarla. Lo que no pague el consumidor lo pagará el contribuyente. Habrá cerveza, pero no costará un peso. O sea: todo el mundo sabe que esto no funciona. Con mucha suerte, puede durar hasta las elecciones.
Segundo: es inconstitucional que el gobierno obligue a un privado que no explota una concesión estatal a vender a cierto precio un producto. Pero mucho más es obligarlo a vender ciertas cantidades a cierto precio. Viola cualquier libertad de industria. ¿Quiénes se creen que son estos funcionarios que pretenden obligar a alguien a invertir y a trabajar por decreto? ¿Desde cuándo Argentina es un campo forzado?
Tercero: es irracional. Si el precio fijado por el gobierno es insuficiente para cubrir el costo del producto ¿vamos a obligar a la empresa a producir a pérdida? Supongamos que el gobierno logra imponer su orden: ¿vamos a hacer que la empresa produzca hasta que quiebre? ¿Qué vamos a hacer en ese momento? ¿le vamos a prohibir también que quiebre? Los delirantes que gobiernan van a tener que prohibir hasta el fracaso. Por decreto. A menos que las estaticen. Y subsidien con emisión. Imagínense el infierno: miles de supermercados manejados como Aerolíneas Argentinas.
Cuarto: ¿qué dicen los sindicatos de la alimentación y otros que están en la CGT? ¿qué salarios esperan cobrar si sus empresas quiebran? ¿cómo harán para pedir aumento? ¿están dispuestos a trabajar más por menos?
Quinto: esto destruye el mecanismo más valioso del mercado, la oferta y la demanda. Imaginemos que en el último mes la empresa A sacó chocolates mejores y más baratos que los de la empresa B. Y que B sacó postrecitos mejores más baratos que los de A. Y que por eso A decide producir más chocolates y menos postrecitos hasta poder econtrarle la vuelta y B hace al revés. ¿Cómo tienen en cuenta esto los burócratas y ñoquis que las acaban de imputar? ¿La Cámpora va a poner un comisario de márketing en cada empresa? Si un día la mitad de los consumidores decide que no come más chocolates, ¿Arcor y Nestlé van a tener que seguir produciendo para siempre la misma cantidad hasta que le llegue la orden del Instituto Patria? Es la pesadilla anticipada de la Unión Soviética.
No es la primera extravagancia que quiere imponer una masa de militantes ignorantes a sueldo manejada por una banda de cínicos muy conscientes del daño que hacen. Pero a diferencia de otros experimentos, a estos delirios ya los pusieron en marcha otros demagogos que terminaron como autócratas. El ejemplo más cercano es Venezuela, donde Hugo Chávez, apropiado de los dólares el petróleo en auge, impuso controles de precios y luego de abastecimiento a la industria alimentaria. Una vez quebrado el sector, estatizó miles de empresas, acusándolas de incumplir las normas incumplibles que él les imponía. Creó un emporio de corrupción e improductividad. Hoy Venezuela ya no sólo no produce alimentos. No produce ni nafta para el consumo interno. Y ahora ni siquiera tiene dólares para importar alimentos o nafta, porque tampoco produce petróleo para exportar.
Si el gobierno sigue con esta lógica, Argentina se va a parecer a Argenzuela. Pero no valen las advertencias. El kirchnerismo es una máquina imparable de hacer desastres. Los demás le avisan que están corriendo hacia el foso, pero ellos los ignoran, los insultan. Y, cuando finalmente llegan al barranco, acusan a los que avisaron de haber cavado el pozo.
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