La quinta pata del gato
15/02/2021 | 12:04 |
Adrián Simioni
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¿Qué falta ahora? ¿que los piqueteros cobren impuestos?
Desde el viernes pasado, los piqueteros K a sueldo de Movimiento Evita, Barrios de Pie y Corriente Clasista y Combativa han salido a hacer controles de precios. La actividad representa todo lo que está mal. Pero la Argentina no reacciona. Somos la rana en la olla al fuego.
Por qué es todo lo que está mal
Primero, porque es absurdo. En el fondo, la inflación obedece a que hay cada vez más dinero en el mercado y la misma cantidad de bienes. Si hay 100 pesos dando vueltas para 10 latas de tomate, cada lata costará 10. Pero si hay 200 pesos y las mismas latas, cada lata costará 20. Eso es justo lo que pasa con el clientelismo, del que los piqueteros son parte: cientos de miles de personas que sacan latas de una góndola en la que nunca ponen una lata. ¿Y si cambiamos las cosas para que los piqueteros trabajen en lugar de controlar precios? Eso sería realmente antiinflacionario.
Segundo: los controles, lejos de incentivar a los que todavía trabajan para sembrar tomates, enlatarlos, transportarlos y distribuirlos, los desalienta. Les mete miedo. Es una garantía de que haya menos latas, no más. Los que sí trabajan para que haya cosas a las góndolas son amenazados con multas o clausuras no sólo por no cumplir el precio que dice un grupo de burócratas. También pueden ser penados por desabastecimiento si optan por no ofrecer el producto sino pueden venderlo al precio que exigen los burócratas. Es todo muy kafkiano. En un país con fiscales, esta violación de la libertad de industria ya habría sido declarada inconstitucional.
Tercero, ahora, en el laboratorio de dementes que es la Argentina, se sube un nuevo escalón: los piqueteros se transforman en grupos paraestatales que reemplazan al Estado. Empiezan a ser la Triple A de una política económica funesta. A algunos funcionarios les da vergüencita y aclaran off the record que los piqueteros hacen controles por su cuenta y denuncian, “como si fueran” consumidores.
Pero resulta que no son consumidores. Están pagados por las "orgas" piqueteras con subsidios que salen sin licitación del presupuesto, muchos son militantes a sueldo del Estado. Responden a jefes que son funcionarios del Ministerio de Desarrollo Social. Y no van a comprar un producto y ven que está caro. Van a controlar precios porque no tienen que trabajar como el resto de los consumidores: el Estado los mantiene para que militen para el poder de turno.
El piqueterismo pago y la militancia rentada suplen cada vez más al Estado, gracias a que no tienen que laburar. Otorgan jubilaciones de la Anses en locales de La Cámpora, hacen listas para la vacuna del Covid19 como parte de la campaña electoral, reparten alimentos y subsidios que paga el Estado.
Ahora también salen a apretar comerciantes. Por ahora no hubo incidentes. Rige la amenaza tácita y latente de quemarte gomas en el ingreso del almacén.
Lo más alucinante: el Estado les paga a todos estos buenistas a sueldo con los impuestos que abonan los pobres infelices que todavía intentan poner latas en las góndolas.
Lo único que le falta es que la Triple A de los piqueteros aproveche y, ya que pasan por los almacenes vigilando precios, empiecen a cobrar para agilizar el trámite, ahorrarse los inspectores de la Afip y cobrarse directamente en el terreno.
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