La quinta pata del gato
02/08/2021 | 12:09 |
Adrián Simioni
Audios
Seamos mentirosos, lo demás no importa
Que no decaiga el relato. Y si para eso es necesario torcer la verdad, no importa. Esa es la consigna de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.
Ayer, al cumplirse cuatro años del incidente que terminó con la muerte de Santiago Maldonado, el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla, conmemoró oficialmente el hecho catalogándolo como una "desaparición".
La Secretaría, un órgano oficial del Estado, ignora de ese modo los fallos judiciales que determinaron que Santiago Maldonado no fue un desaparecido, sino alguien que estaba cortando una ruta nacional junto a otros. Ese grupo ataca a pedradas a un grupo de gendarmes, que los dispersan, toman el control de la ruta y los persiguen. En la huida Maldonado intenta cruzar un río. Es lo último que se supo de él. Se suceden 78 días de rastrillajes infructuosos que el propio grupo que acompañaba a Maldonado trató de sabotear, testimonios falsos, maniobras para inducir testimonios truchos por parte de abogados de derechos humanos. Todo en medio de la campaña electoral, mientras la industria de los derechos humanos acusaba a Mauricio Macri de motorizar el terrorismo de Estado.
Finalmente el cuerpo de Maldonado es encontrado ahogado en el río. 55 peritos, todos los que intervinieron, incluido los de parte, los que pusieron la propia familia Maldonado y los organismos de derechos humanos, firman por unanimidad el dictamen: Maldonado no muestra señales de haber sido ahogado a la fuerza, el cuerpo parece haber estado esa cantidad de días bajo el agua, ni hay señales que permitan inferir que murió de otra cosa o que su cuerpo haya sido arrastrado desde o hacia otro lugar.
Pero para Pietragalla sigue siendo un caso de desaparición. En cambio, el funcionario no considera desaparecido a Luis Espinoza, asesinado en la cuarentena presuntamente por la policía tucumana, que luego lo ocultó en un barranco. Ni a Facundo Astudillo, al que lo estuvieron buscando tres meses y medio luego de que se lo viera por última vez en un patrullero de la policía bonaerense. Sólo encontraron sus restos desfigurados. En los dos casos no hay dudas de que fueron asesinados.
Pero a Pietragalla todo esto no le importa. Su misión es lograr que triunfe la mentira. Que pese a la verdad histórica quede en la "memoria" la idea de que en la democracia argentina hubo terrorismo de Estado. Es lo que hacen con tantas cosas. Sólo que esta es mucho más vergonzosa.
Pietragalla fue él mismo una víctima del terrorismo de Estado. Su padre sí fue secuestrado y asesinado en Córdoba por la Triple A, una banda para estatal creada por gobierno democrático. Pero era un gobierno peronista que el kirchnerismo jamás ha cuestionado, aunque las indemnizaciones se cobran. Su madre fue muerta en un operativo, ya durante la dictadura.
Es insólito que el funcionario busque igualar en el relato cosas tan distintas, con el único fin de deslegitimar, horadar y limar no sólo a un gobierno democrático sino a la democracia argentina. Es que la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación no pertenece a la Nación, ni al Estado. Pertenece a un partido. Un partido que se apropia no sólo de las oficinas públicas, sino también de la historia, para ponerla al servicio de su relato, de su hegemonía. Aunque para ello haya que prostituir la verdad, el primer término de aquella Verdad y Justicia que reclamaron las Madres de Plaza de Mayo desde la primera vez que dieron una vuelta a la plaza.
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