Uno, por los hijos, hace cualquier sacrificio

La quinta pata del gato

Uno, por los hijos, hace cualquier sacrificio

25/10/2021 | 12:10 |  

Adrián Simioni

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Uno, por los hijos, hace cualquier sacrificio

El fin de semana reapareció Diego Gvirtz, que estaba muy perdido. Para quienes no lo recuerdan, Diego Gvirtz es un señor de 56 años que se hizo famoso entre 2002 y 2015. Fundó la productora de TV Pensado Para Televisión y de allí salieron programas como Televisión Registrada, Duro de Domar y, sobre todo, 678.

678 era aquel programa que él le vendía por una fortuna a la TV Pública kirchnerista. Y que le servía al gobierno K para escrachar a políticos, periodistas, medios de comunicación, empresarios y a cualquiera que criticara a Cristina Fernández en su fase “vamos por todo”. Fue lo más cercano a una TV fascista.

En 2015 se hizo multimillonario: le vendió su productora de TV al empresario K Cristóbal López -ese que fue acusado de quedarse con el impuesto a los combustibles y, con eso, de comprar empresas como las de Gvirtz-.

Este finde Gvirtz dio una entrevista y contó que se está mudando a una “súper mansión”. Lo interesante es su explicación. Dice que en parte se muda a esta “supermansión” para -escuchá- “que mis hijos estén incómodos”, porque, a su entender, “la desigualdad es incómoda para los dos lados, para los que tienen mucho y para los que no tienen nada”.

No sabemos si Gvirtz dice esto para provocar, para mofarse, o si lo dice por puro cinismo. En todo caso, ¡qué retorcida que es la relación de cierta gente con el dinero! Sobre todo cuando el dinero les ha llovido por su contacto con el poder, por hacer trabajos sucios para los jerarcas de un régimen, por integrar la nomenklatura de los favores.

En este caso, a menos que estemos ante otra exhibición de cinismo, a Gvirtz parece darle cierta culpa. Pero no tanto como para renunciar al dinero.

No tanto como para emular a Bill Gates y su esposa, que -sin deberle sus 130 mil millones de dólares a ningún ministro- les heredaron a cada uno de sus tres hijos apenas 10 millones de dólares. “Dejarles más no los va a favorecer”, explicó Gates, con su moral calvinista. Gates les va a quitar dinero a sus hijos para favorecerlos. En cambio Gvirtz les va a dar una mansión para incomodarlos. Son dos mundos exactamente opuestos.

En lugar de irse a vivir con sus hijos a un dos ambientes, Gvirtz los va a instalar en una supermansión, para que sufran de verdad la espantosa incomodidad de ser súperricos. Es que uno, por los hijos, hace cualquier sacrificio.

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