La quinta pata del gato
08/03/2024 | 11:15
Redacción Cadena 3
Adrián Simioni
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¿Vuelven la colimba y el salto de rana?: Ya nadie tiene tanto poder
Otra vez está en discusión el servicio militar obligatorio, justo cuando se cumplen 30 años de su eliminación, tras el asesinato del soldado Carrasco en 1994. ¿Tiene que volver o no? La cuestión volvió a instalarse porque hace unos días el ministro de Defensa, Luis Petri, dijo que el gobierno de Milei iba a evaluar la posibilidad de reinstituir el servicio militar obligatorio. Luego el Ministerio de Defensa desmintió al propio ministro, pero la cuestión quedó flotando.
Cualquier mención al regreso de la colimba (corra, limpie, barra) activa un nervio muy sensible. Una porción muy importante de la población suele reclamar que se reimplante como respuesta a lo que se ve como una crisis moral (se da por supuesto que las Fuerzas Armadas van a formar en ciertos valores a los soldados), de inseguridad (se da por sentado que hacer la colimba impide caer en el delito), de educación (se asume que el servicio terminará de hacer lo que las escuelas secundarias no logran completar).
Pero la idea tiene algunos límites. Por empezar, cuánto le costaría al Estado argentino, quebrado como está, movilizar, alojar, alimentar e instruir a un porcentaje importante de los 700 mil chicos y chicas de 18 años que hay en el país? Entre 1960 y la guerra de Malvinas, cuando la conscripción era masiva y sólo para los varones la Argentina gastaba en Defensa un promedio del 3% del Producto Interno Bruto, llegando al pico en 1979, con casi 5 puntos. Hoy no llega al 0,8%.
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Pese a las bondades educativas que mucha gente atribuye a la colimba, muchos economistas lo ven de otra forma: ¿cuánto cuesta hacerles perder un año a los miles de chicos que salen de la secundaria y comienzan ya a tener una intensa y productiva vida laboral y educativa. Porque no todos los chicos son un desastre.
Hay más preguntas sin respuesta: ¿qué pasaría con el servicio militar voluntario pago? ¿y la función de las fuerzas armadas? ¿tienen que ser una guardería, una escuela o dedicarse a la defensa?
Pero hay otra cuestión más de fondo. En el reclamo de que vuelva el servicio militar suele resonar la idea de que eso podría servir para regresar a una sociedad con las antiguas formas del respeto, donde las jerarquías tradicionales recuperen su valor, con jóvenes que aprendan el valor de la obediencia y la subordinación.
Y esa parece una verdadera ilusión sin mayor sustento. Porque es la sociedad la que ha cambiado. La compleja realidad que dificulta a un profe de matemáticas lograr que sus alumnos le presten atención en el aula sería tal vez la misma que le impediría a un sargento exigirle esfuerzos físicos o hacer madrugar con la diana a ningún adolescente. Uno puede imaginar de inmediato el primer amparo contra el salto de rana que metería el padre de cualquier conscripto en el primer juzgado que se le cruce.
No es que la sociedad cambió porque desapareció el servicio militar obligatorio. Es que la colimba desapareció porque todos nosotros ya no somos lo que éramos.
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El ministro de Defensa de la Nación declaró que aunque “las condiciones no están dadas” en la actualidad, esta es una cuestión que se evaluará con el oficialismo y la oposición.