Crudos relatos de sobrevivientes y familiares de víctimas

“Viajábamos como animales”, afirma Norma Barrientos, quien diariamente padecía los amontonamientos en el Sarmiento para ir a trabajar como empleada doméstica a Capital Federal. Aquella mañana su hija Karina quiso acompañarla, porque ya estaba aburrida de las vacaciones.

En una de las estaciones antes de llegar a Once le cedieron el asiento a Norma, pero ella prefirió dárselo a Karina para que no la manosearan mientras iba parada en el vetusto tren. Ese gesto de protección materna marcó un antes y un después en la vida de ambas. Norma sobrevivió y Karina falleció aprisionada entre los hierros retorcidos.

Por su parte, Paolo Menghini cuenta cómo vivió la angustiante búsqueda de su hijo Lucas, de 19 años, que estuvo 60 horas desaparecido hasta que el cuerpo fue encontrado en el fuelle entre dos vagones.

Menghini guarda en su memoria cada segundo de las imágenes de los videos de la estación, que muestran a Lucas intentando acceder al tren por dos puertas abarrotadas, hasta que logra ingresar a la “cabina maldita”, que debió haber estado clausurada.

Menghini no tiene dudas que la tragedia de Once es la cabal demostración de que la corrupción mata. Y se siente orgulloso de la silenciosa presión ejercida por los familiares de las víctimas para lograr que el caso no quede sin culpables.