El crimen de Nora Dalmasso
05/07/2022 | 09:17 | Por Víctor Rapetti.
Redacción Cadena 3
Víctor Rapetti
El 26 de noviembre de 2006 volvía a Río Cuarto de participar junto a Rony Vargas de una transmisión en General Deheza. No recuerdo la hora exacta, era a media tarde, ya que compartimos un almuerzo y una larga sobremesa después de "Viva el domingo", y cuando transitaba por la 158 me llegó el primer mensaje. Una mujer sin vida había sido encontrada en su casa del barrio del Golf Club. Fue el comienzo de la que se convirtió en la más prolongada y desconcertante de todas mis tareas periodísticas.
Sin demora, la noticia encontraba analogías con el crimen de María Marta García Belsunce. Los zócalos en las pantallas televisivas capitalinas se referían a la muerte de Nora Dalmasso como al otro crimen del country. Y vimos desembarcar como nunca antes varios móviles satelitales de medios porteños y rodear la esquina del viejo Palacio de Justicia o el sector de la calle 5 (escena del crimen) con "combis" con sus parabólicas arriba.
Los periodistas locales sentimos que cada cobertura en esos lugares o en la jefatura policial, se convertía en una batalla a la que no estábamos acostumbrados. Entre grabadores, micrófonos, cables y cámaras de todo porte, tratando de ganar posición a los empujones en el inusitado enjambre de periodistas y reporteros gráficos, vivíamos la frustración de no poder conseguir los mejores testimonios. Era una manera de trabajar sin sutilezas que en ciertos momentos espantaba a los entrevistados, sean funcionarios judiciales, abogados o testigos que trataban de evadir un asedio desacostumbrado.
Y después, los condimentos polémicos y controvertidos que todos se ocuparon de sumarle al trágico episodio. Por causa de la extensa y errática investigación fuimos cayendo al pantano de la incredulidad. Un despliegue de rumores, comentarios de café y chismes llenos de prejuicios terminaron por contaminar la información oficial, que por otra parte ya venía a la deriva con las contradicciones flagrantes de los fiscales que acusaron por delitos distintos a cada imputado. A todos se les endilgó el homicidio, pero dijeron que el primer sospechoso se excedió en un juego sexual y la asfixió, otro entró por el balcón y violó a la mujer, el tercero fue un matricida que abusó de la víctima pero sin acceso carnal. Después fue el turno del viudo, señalado por estar confirmada su presencia genética en las muestras recogidas en la escena y en el cuerpo de la occisa, como el que voló en medio de la madrugada lluviosa desde otro país, tuvo un encuentro sexual y la estranguló y volvió a Uruguay para entrar a la cancha de golf (2 despegues y 2 aterrizajes que nadie pudo comprobar en una ventana de 6 horas) y ganar el torneo en Punta del Este. Pero si esto era poco, la quinta imputación también fue diferente: al traumatólogo lo volvieron a acusar y esta vez fue el quinto fiscal interviniente, subrogante en la causa, y dedicado a la lucha contra el narcotráfico. Luis Pizarro señaló a Macarrón de haber pagado para matarla y que él o los sicarios, “sexualizaron” la escena del crimen.
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El juicio
Si algo faltaba, era que el capítulo final de la desafortunada faena judicial, que tuvo la extensión más grande en la historia de los tribunales locales -casi cuatro meses-, y que contó con el mayor número de jurados populares que se hayan convocado para un proceso de este tipo (24) y unos 300 testigos anotados, no lograra esclarecer ni uno solo de los interrogantes que planteaba la plataforma fáctica de la requisitoria a juicio conocida en 2019.
Los indicios, a entender de los que saben o dicen saber, eran débiles y lo siguen siendo. Los testigos no parecieron aportar novedades que rompan el escepticismo del que nos hablaba Juan Dalmasso el 2 de febrero, cuando se anunció la fecha del proceso a su cuñado: "No espero nada de este juicio, nada va a cambiar todo lo que se hizo mal desde un principio".
Más de 7 mil fojas en 34 cuerpos del expediente, sin contar los anexos y sin embargo, después de casi 16 años, tratando de seguir la huella de aquel primer mensaje de un domingo por la tarde, estamos a las puertas de una frustración que también alcanza al periodismo en su conjunto. De no poder informar quién y por qué le robaron la vida a Nora aquella madrugada. A un paso de darle la razón a la frase que más resuena por las calles de Río Cuarto: "nunca se va a saber ".
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