Semana de Mayo
15/05/2024 | 09:37
Redacción Cadena 3
Martín Bonansea
Juana Azurduy, combatió bajo las órdenes de Manuel Belgrano, creó su propio ejército, “Los Leales” y detuvo a los españoles en el Alto Perú. Comandó las guerrillas en la denominada “Republiqueta de La Laguna”. Perdió cinco de sus seis hijos en las batallas. Tras la muerte de Güemes nunca se reconoció su cargo como teniente y jamás le pagaron sus servicios.
Juana Azurduy
Juana estaba cerca de El Villar, era el 3 de marzo de 1816, lideraba a treinta valientes jinetes, muchas eran mujeres, enfrentaba a las numerosas fuerzas del general La Hera. Azurduy sabía que no era una batalla sencilla, los superaban en número, tenían mejor armamento y una reconocida tradición bélica.
No le importó, su lucha por la libertad, su honor y su coraje alcanzaban para luchar. Los derrotó en la batalla, recuperó armamento y les quitó el estandarte. Con esos fusiles y ese estandarte, Arzurduy partió con sus guerrilleros hacia el cerro de Potosí donde obtuvo una nueva victoria.
El respeto de los soldados por Juana y el temor de sus enemigos hacía inevitable reconocer su valor en el campo de batalla. Recibió el rango de Teniente Coronel por un decreto firmado por Juan Martín de Pueyrredón, entonces director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. El general Belgrano le hizo entrega de su sable, el mismo que utilizó en el Éxodo Jujeño. Recién en ese momento Juana Azurduy logró el derecho de usar el uniforme militar.
Juana Azurduy nació el 12 de julio de 1780 en Toroca, en la Intendencia de Potosí del Virreinato del Río de la Plata, hoy municipio de Ravelo, departamento de Potosí, Bolivia. Hija de una mestiza y un blanco de alta posición social, dueño de gran cantidad de propiedades. Su hermano murió dos años antes de su nacimiento, y esto dio lugar a que su padre la viera como el primogénito y la educara como un varón, ya que después de Juana nació Rosalia y la pareja no tendría más hijos.
Vivió en el campo y compartió tareas con pobladores originarios, quienes le enseñaban sus trabajos y se comunicaban en lenguaje quechua, que Juana sabía por su mamá.
La pequeña Juana cabalgaba al galope, su padre se lo enseñó y ella lo hacía sin ningún temor.
Cuando la pequeña tenía siete años, ambos padres murieron de manera imprevista. Su madre muerte súbita y su padre de manera misteriosa, asesinado por una supuesta aventura amorosa con la esposa de un aristócrata.
Las hermanas huérfanas quedaron a cargo de sus tíos, quienes no las querían pero buscaban apropiarse de su enorme herencia. La rebeldía de Juana se hizo notar y las discusiones con su tía llevaron a que sus tutores la enviaran a un convento.
En el convento la educación de libertad que recibió Juana tampoco era acorde. Juana extrañaba el aire libre y la aventura, tras muchas discusiones con la madre superiora, la mayor de las Azurduy fue expulsada y los 17 años volvió a la casa que era de sus padres en Toroca.
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Manuel Ascencio Padilla era vecino de su casa paterna y de familias conocidas, tenían una simpatía de niños y se reencontraron al regreso de Juana a la casa paterna cuando abandonó el convento. Juana se casó a los 19 años y en ese momento, no solo hubo una unión de amor, se formó una amenaza letal para los españoles.
Manuel tenía una fuerte vocación política pero su condición de criollo se lo impedía, esto llevaba al matrimonio, que tenía cinco hijos, hablar muchas horas sobre desigualdad y una necesidad de cambio.
Tras verse motivados por la ejecución en la guillotina del Rey de Francia, los esposos participaron de manera activa en la Revolución de Chuquisaca, en mayo de 1809, y esto tuvo como consecuencia que sus hijos tuvieran que vivir como guerrilleros toda su vida. Los niños tuvieron que soportar enfermedades y carencias como frío y hambre.
Cuando Juan José Castelli fue derrotado en la batalla de Huaqui, todas las propiedades de Padilla fueron confiscadas y Juana con sus hijos arrestados en confinamiento. La valiente Juana logró matar a los guardias que la custodiaban y escapó con la ayuda de su esposo que la esperaba en la calle, la familia entera escapaba cabalgando en tres caballos al galope, como se lo enseñó su padre.
Su esposo no quería que Juana participara en la guerra, pero Azurduy no acataba órdenes de nadie. Dejó a sus hijos al cuidado de los niños y se unió al ejército. La vida en épocas de guerra era difícil y los niños muchas veces no se alimentaban como era debido. No todos los días comían y su salud comenzó a ser frágil.
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Dos de sus hijos fallecieron por la “Malaria”, para proteger a sus dos hijas del contagio las envió con otra familia de originarios para que las cuiden, fueron secuestradas a causa de una traición y encadenadas en una cama, fueron testigos de la masacre a sus captores cuando sus padres vinieron a rescatarlas. Finalmente las niñas también murieron de paludismo como sus hermanos.
Juana Azurduy y Manuel Padilla combatieron en el ex Virreinato del Río de La Plata, partiendo desde Chuquisaca hasta las selvas de Santa Cruz. Abarcaron la cordillera de Los Frailes y las sierras de Carretas, Sombreros y Mandinga. Participaron de la Guerra de Republiqueta y la posterior batalla de Salta. Durante 15 años no se dejó de pelear ni un solo día. De los ciento dos caudillos que participaron solo nueve llegaron con vida al final de la contienda. Nunca ninguno se rindió, ni pidió una tregua.
Manuel Padilla participó en la Revolución de Chuquisaca, donde fue encarcelado y posteriormente se fugó condenando a su familia a vivir en la condición de prófugos. En La Revolución de Cochabamba, el marido de Juana Azurduy estuvo al frente de un ejército de originarios formado por 2000 soldados, esa acción llevó a un acoso de los realistas al clan de Azurduy.
En la primera y segunda expedición al Alto Perú, Juana Azurduy participó de manera activa. En 1812, Padilla y Azurduy se pusieron a las órdenes del general Manuel Belgrano. Eran los preferidos del creador de La Bandera. Juana reclutaba soldados para participar de las misiones independentistas, llegó a reunir a 10 mil soldados para las misiones. Que Azurduy fuera mujer, vistiera uniforme y fuera tan hábil con el sable le daba ánimo a los nuevos reclutas.
Juana Azurduy formó un batallón con la conformidad del propio Belgrano llamado “Leales”, los instruyó en prácticas de guerra. Participaron en las batallas de Vilcapugio y de Ayohuma, fue después de esta última batalla y por el increíble valor demostrado en combate que Belgrano le ofrendó a Juana su espada.
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Cuando enviudó Juana Azurduy se sumó al ejército de Juan Martín de Güemes, donde fue bien recibida y luchó a la par de otra mujer emblema como Macacha Güemes, hermana del caudillo.
Tras la muerte de Güemes, Juana regresó a su tierra, se encontró con sus propiedades confiscadas. Nadie le reconoció su categoría de teniente, ni le rindió honores por su lucha por la libertad.
Informe de Martín Bonansea.
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