Impactante arranque del nuevo libro de Ernesto Tenembaum sobre Javier Milei

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Impactante arranque del nuevo libro de Ernesto Tenembaum sobre Javier Milei

04/09/2024 | 12:32

El periodista y conductor pasó un año revisando los últimos años de Javier Milei para explicar su carrera política y mediática en un libro, publicado por editorial Planeta. Leá acá el primer capítulo.

Redacción Cadena 3

Durante más de una década, Howard Beale fue uno de los presentadores de noticias más populares de los Estados Unidos. Hasta 1969, cuando su estrella comenzó a declinar, era conocido como "El señor de las Noticias". Por entonces, murió su esposa. Quedó viudo y sin hijos. Sus ratings empezaron a decaer. Se volvió un hombre hosco, ermitaño, y se deslizó progresivamente hacia el alcoholismo. El 22 de septiembre de 1975 le anunciaron que le quedaban solo dos semanas al aire. Esa noche fue a beber hasta emborracharse con su buen amigo y compañero de toda la vida, Max Schumacher, director de Noticias del canal, y quien le había transmitido que quedaría fuera de la programación. La vida de Beale daría un vuelco inesperado.

En el programa siguiente, antes de ir a un corte, Howard dijo como si tal cosa:

—Quería anunciarles que en dos semanas me retiraré debido a los bajos ratings Este programa es lo único que me mantiene en esta vida, así que he decidido suicidarme en vivo Voy a volarme la tapa de los sesos el próximo martes a esta hora.

Rápidamente, sus palabras resonaron en otros medios. El señor de las Noticias se volaría la tapa de los sesos al aire. Las autoridades del canal estaban furiosas. Beale les rogó que le concedieran unos minutos finales para despedirse, después de tantos años. Se lo concedieron a cambio de que se limitara a una despedida formal, sin ningún agregado.

Él aceptó las condiciones, pero incumplió lo pactado. 

"Buenas noches. Ayer anuncié que me iba a suicidar en público. Fue un acto de locura. Les diré lo que me pasó. Me cansé de las mentiras. Con las mentiras nos ayudamos a sobrevivir. Si no podemos pensar en las propias, siempre tenemos las mentiras de Dios. Dolor, humillación y ruina. Mejor que haya alguien en alguna parte que lo sepa. La vida es una porquería. Si hay alguien que puede mirar alrededor del loco mundo en que vivimos y decirme que el hombre es una noble criatura, créanme, está diciendo mentiras. Estuve casado treinta y tres años. Fue todo un fraude, una mentira. Así que no me queda ninguna mentira. Se me terminaron". 

Las autoridades lo despidieron inmediatamente En la volteada también cayó su buen amigo Schumacher, quien había impedido que sacaran a Beale del aire, abruptamente, en medio de su catarsis.

Y entonces llegaron las mediciones de audiencia.

La persona que más insistió en que Beale volviera al aire fue una eléctrica y bella ejecutiva llamada Diana Christiansen. Sus argumentos se conocieron mucho después: "Habíamos encontrado una mina de oro. Habíamos tenido una cobertura en la prensa que no hubiéramos pagado ni con un millón de dólares. El programa sumó entre 20 y 30 millones de televidentes en una sola noche. Beale estaba diciendo lo que sentía cada norteamericano. Estábamos cansados de las mentiras. ¡Él articulaba la rabia de todos!".

Los ejecutivos del más alto nivel sostenían que era una irresponsabilidad poner a «un loquito» en la televisión nacional.

Ella respondía: "Veo a Howard Beale como una figura mesiánica vituperando contra la hipocresía de estos tiempos. Un predicador al desnudo que tendrá un éxito fenomenal. Estoy hablando de US$ 130.000 por minuto".

Triunfó la posición de Laura.

Había nacido una estrella.

Beale se transformó de verdad en un profeta. El rating crecía y crecía. Lo trasladaron a un estudio enorme. Habilitaron espacio para que el público se sentara en las gradas. Era imparable.

Mientras esto ocurría, Howard se ponía cada vez más raro. Fuera de las cámaras también hablaba como un profeta, como quien tenía una misión. Después se supo que, por la noche, oía voces. Max, su buen amigo, intentó detenerlo. Temía que Howard fuera camino a la locura, que el juego de la televisión terminara por destruirlo.

El programa más recordado de Beale se emitió dos meses después del anuncio de aquel despido. Fue espectacular. Howard hizo un monólogo que sería recordado durante mucho tiempo. Fue la expresión más genuina de la bronca que recorría a la sociedad norteamericana en esos tiempos.

Así arrancó:

"No hace falta que te diga que las cosas están mal. Todos saben que las cosas están mal. Es una depresión. Todo el mundo está sin trabajo o tiene miedo de perderlo. El dólar compra una moneda de cinco centavos, los bancos quiebran, los comerciantes guardan un arma bajo el mostrador. Sabemos que el aire no es apto para respirar y nuestra comida no es apta para comer, y nos sentamos a mirar la televisión mientras un presentador de noticias local nos dice que hoy hemos tenido quince homicidios y sesenta y tres crímenes violentos, como si así debiera ser...".

Las imágenes de ese momento mostraban a Beale casi fuera de sí. Estaba despeinado, atribulado, mal vestido, ojeroso, evidentemente mal dormido.

En el medio de su discurso, se puso de pie y empezó a gritar.

"Sabemos que las cosas están mal, peor que mal. Es como si todo en todas partes se estuviera volviendo loco. Nos sentamos en la casa y poco a poco el mundo en el que vivimos se hace más pequeño y todo lo que decimos es: ''Por favor, al menos déjennos en paz en nuestras salas de estar''. Déjame tener mi tostadora, mi televisor y no diré nada. Bueno, yo no te dejaré en paz ¡Quiero que te enojes! No quiero que te rebeles, no quiero que le escribas a tu congresista porque no sabría qué decirte que escribas. No sé qué hacer con la depresión, la inflación, los rusos y la delincuencia callejera. Lo único que sé es que primero tienes que enojarte". 

Y entonces, se produjo ese momento mágico.

"Tienes que decir —gritaba el presentador—: ''¡Soy un ser humano, maldita sea! ¡Mi vida tiene valor!''. Entonces, quiero que todos ustedes se levanten de sus sillas. Quiero que te levantes ahora mismo y vayas a la ventana. Abrila, asomá la cabeza y gritá: ''¡Estoy muy enojado y no voy a soportar esto!''".

Max veía la escena con enorme tristeza, desde su living, acompañado por su familia En un momento, su hija se levantó del sillón.

Beale seguía:

"Las cosas tienen que cambiar. Pero ¡primero tienes que enojarte!... Tienes que decir: ''¡Estoy muy enojado y no voy a soportar esto!''. Luego descubriremos qué hacer con la depresión, la inflación y la crisis del petróleo. Pero primero levántense de sus sillas, abran la ventana, saquen la cabeza, griten y digan: ''¡estoy enojado y no voy a soportar más esto!''".

Cuando la joven abrió la ventana, él pudo escuchar los gritos de decenas de vecinos:

"¡Estoy muy enojado! ¡No voy a soportar esto!".

Cada vez eran más.

"¡Estoy muy enojada! ¡No vvvoy a ssssssoportar esssto!".

Y más. Y más. Y más.

 A los cinco minutos, su propia hija gritaba a voz en cuello: "¡Estoy muy enojada! ¡No voy a soportar esto!". 

La historia que antecede no ocurrió en la realidad. Es la trama de Network, una maravillosa película estrenada en 1976, que ganó varios premios Oscar. El actor que interpretaba a Howard Beale era Peter Finch. La coprotagonista, esa ambiciosa ejecutiva dispuesta a hacer cualquier cosa por el rating, era Faye Dunaway.El monólogo del protagonista es recordado por los cinéfilos como el "Mad as hell monologue", algo así como el "monólogo del desquiciado".

Casi cincuenta años después del estreno de esa película, una historia similar se desarrolló en la Argentina. Su protagonista —el "articulador de la rabia de todos"— arrancó, como Howard Beale, en un set de televisión. De ahí saltó a la política y, en apenas siete años, asumiría la presidencia del país y se transformaría en una especie de celebridad mundial. Si se prorratearan los logros que obtuvo por el tiempo invertido, tal vez se trate de una de las carreras políticas más exitosas en la historia de la humanidad. 

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