11 de febrero
11/02/2022 | 07:35 | Sofía Contreras, Carolina Hadad, Melina Masnatta y Mariana Varela analizan abordan esta temática en el libro "Chicas en Tecnología", con datos, fuentes e investigaciones que dan cuenta de la desigualdad que impera en ese ámbito.
La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 11 de febrero Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia, en reconocimiento al papel clave que desempeñan las mujeres en la comunidad científica y la tecnología, no solo como beneficiarias, sino también como agentes de cambio.
En este sentido, el avance científico más notable de las últimas décadas ha sido el tecnológico-digital. La tecnología atraviesa cada vez más aspectos de nuestra vida y es una disciplina que está en pleno apogeo. Sin embargo, se trata de una industria que no escapa a la brecha de género.
Sofía Contreras, Carolina Hadad, Melina Masnatta y Mariana Varela analizan este tema en el libro "Chicas en Tecnología", de Penguin Random House, donde abordan esta temática con datos, fuentes e investigaciones que dan cuenta de la desigualdad que impera en ese ámbito y analizan posibles soluciones para achicar esa brecha.
Según explican, esta diferencia comienza desde la infancia, con la separación de los juguetes "de niño" y "de niña" ¿Su propuesta? reiniciar el sistema y lograr que cada vez más niñas y mujeres accedan a la tecnología.
"Hay un mito que dice que las mujeres no somos buenas para las matemáticas, pero es solo eso, un mito. Es algo que depende de cómo hemos sido educadas. Una niña que tiene entre 6 y 8 años confía más en sus habilidades matemáticas que una que tiene 9 o 10 años. Las chicas no son especialmente malas en matemáticas, sino que creen que lo son", explicó Mariana Varela para Infobae.
La clave para las autoras es entender que no hay factores biológicos ni instintivos asociados al género que den habilidades para ciertas cosas, y aconseja detectar cómo las niñas se perciben a sí mismas, pudiendo identificar en qué creen que son buenas y qué creen que es bueno para ellas.
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Este proceso se da, según explican, principalmente a través de lo lúdico: el aprendizaje jugando no se trata de adquirir solamente conocimiento académico sino también a través de experiencias positivas.
"Lo cierto es que lo emocional y lo lógico conviven en la tecnología, ya que habilidades como la empatía y comunicación son claves en esa área para poder desarrollar herramientas que les sirvan a la gente y resuelvan problemas reales. Necesitamos líderes tecnológicos conscientes de las necesidades de las personas y que trabajen por un mundo mejor", Manifestó Mariana Varela.
La historia de la mujer en la tecnología
Históricamente, el trabajo en Tecnología era algo que atraía netamente a las mujeres, motivo por el cual muchas de ellas fueron pioneras: es el caso de Ada Lovelace, primera programadora y creadora de los algoritmos procesados por máquinas, Margaret Hamilton, matemática e ingeniera de sistemas que dirigió el equipo del MIT que desarrolló el software que utilizó el Apolo 11. Un ejemplo nacional, es el de Cecilia Berdichevsky fue la primera programadora de la computadora Clementina en 1961.
De hecho, se estima que en los '80 la cantidad de mujeres en tecnología era igual o superior que a la de hombres. sin embargo, según señaló Varela, ellas se fueron alejando del sector por razones externas a ellas: "La profesión en sí, la cultura del trabajo y los estereotipos culturales se fueron potenciando entre sí hasta lograr esta disparidad numérica que tenemos hoy, además de la diferencia en el trato por cuestiones de género y sobre todo posibilidades de crecimiento".
"En las carreras relacionadas con sistemas informáticos, las mujeres somos el 16% en total y cada vez menos conforme aumenta la jerarquía de roles. Ese fenómeno no ocurre solamente en CONICET ni solamente en Argentina. Todo nuestro libro es un recorrido sobre estas barreras que experimentamos las mujeres en tecnología, con datos y estudios que muestran como este fenómeno no se debe a las capacidades de las mujeres, sino a estructuras y políticas excluyentes que ofician de techo de cristal y nos permiten llegar a posiciones de liderazgo", indicó.
"La brecha de género en general y en tecnología en particular son problemas sistémicos. En nuestro libro y a través de nuestro trabajo proponemos herramientas e ideas para facilitar diálogos que permitan desarticular estas barreras, entre todos los actores del ecosistema: familias, escuelas, universidades, empresas, etc", señaló.
En este sentido, desmitificó que la programación sea un nicho de un único sector: "Programar es una herramienta, no es una carrera. Podés programar para potenciar tu trabajo en cualquiera sea la disciplina que te desempeñes. Por eso, desde Chicas en Tecnología, entendemos que las posibilidades se abren aprendiendo a programar".
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