A 25 años del crimen
25/01/2022 | 06:29 | Gabriel Michi reconstruyó el asesinato del periodista en su libro "Cabezas. Un periodista. Un crimen. Un país". Leé un fragmento clave de la historia.
En su libro "Cabezas. Un periodista. Un crimen. Un país", el periodista Gabriel Michi reconstruyó las últimas horas de José Luis Cabezas, asesinado en el verano de 1997.
El periodista relata en su libro que "el sábado 25 de enero a la madrugada, el fotógrafo salió solo del cumpleaños en la casa del empresario Oscar Andreani en su Ford Fiesta, hacia el departamento donde vivía con su familia, en Rivadavia, entre Eneas y Shaw, en la zona comercial de Pinamar. Allí lo aguardaban sus asesinos".
"Frente a la casa de José Luis había un descampado que les sirvió de guarida natural para esperar a su víctima. Estaban dentro del Fiat Uno de la esposa de (el policía bonaerense Gustavo) Prellezo -la también policía Silvia Belawski- cuando lo vieron llegar.
"-¡Ahora! ¡Métanle caño y traigánmelo! -ordenó el oficial Gustavo Prellezo.
"Horacio Braga y Sergio González saltaron desde el auto y se abalanzaron con un arma sobre José Luis, quien había estacionado el Ford Fiesta -que había alquilado la revista y que normalmente estaba bajo mi custodia-, le apuntaron, lo golpearon y lo subieron al asiento de atrás de nuestro vehículo. En el otro auto, conducido por Prellezo, iban también los otros dos "Horneros", José Luis Auge y Miguel Retana.
"Eran alrededor de las 5.15 o 5.20 de la madrugada de ese 25 de enero cuando se produjo el secuestro. "Allí lo llevaron, tirado en el asiento de atrás y amenazado todo el tiempo. Manejaba Braga y González le apuntaba. Los dos autos transitaron los 8 kilómetros que llegaban hasta el camino rural que conducía a la laguna Gran Salada y doblaron hacia la izquierda. En ese camino de tierra recorrieron otros 5 kilómetros, hasta que después de una bifurcación, tomaron hacia la derecha y llegaron al pozo infernal. Era una cava de 14 metros de largo, 7 metros de ancho y 2 de profundidad, que había quedado allí después de que el Municipio de General Madariaga extrajese tierra para nivelar ese camino rural.
"Del Fiat Uno bajó Prellezo con decisión, hizo correr a los que estaban en el Ford Fiesta -estacionado frente a la cava-, y lo introdujo en la cava, con su frente dirigida hacia el paredón del fondo e hizo bajar a José Luis a los empujones. Le puso un par de esposas en las muñecas, asegurándolas a sus espaldas y lo hizo arrodillar con esa misma dirección del auto, al costado del lado del copiloto.
"Y allí se sintió el ruido seco y metálico del primer disparo. Y después, el segundo.
"Desde fuera de la cava miraban los cuatro "Horneros". Ellos dirán que fueron sorprendidos por la actitud asesina de Prellezo. Las dudas quedarán para siempre, embargadas en ese agujero sepulcral que se vistió de crimen y mentiras.
"Ya había claridad porque el sol comenzaba a asomar. Eran entre las 5.30 y las 5.50 de la mañana de ese desgarrador 25 de enero. Prellezo fue hasta su auto y bajó unos bidones con combustible. Le ordenó a Braga que lo acompañara y que rociara el cuerpo y el auto. Antes, el policía acomodó el cadáver de José Luis, cruzándolo en el asiento del acompañante, con sus piernas fuera del vehículo. Braga se resistió a cumplir con la orden, pero Prellezo era quien tenía el arma. Entonces, el "Hornero" empezó a derramar el combustible por todo el escenario macabro.
"Ahora, prendelo", fue la siguiente requisitoria. "Prendelo vos", le respondió Braga. Y Prellezo volvió a exhibirle el arma asesina. Braga tomó el encendedor de su bolsillo y encendió una llama que se propagó por su mano, ya que le había caído algo de ese líquido inflamable en esa zona de su cuerpo. Puteó un poco y después intentó de nuevo. Y allí sí, todo se encendió".
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