A 70 años de su muerte
26/07/2022 | 07:23 | "Eva, Alfa y Omega", es un texto que desplaza los bordes de la ficción y la verdad para construir un relato casi mitológico sobre la figura de la esposa de Perón.
Redacción Cadena 3
Amiga y colaboradora de Evita, la escritora Aurora Venturini toma la narración como dispositivo experimental para contar esa memoria que las unió en el último libro que publicó antes de morir, "Eva, Alfa y Omega", un texto que desplaza los bordes de la ficción y la verdad para construir un relato casi mitológico sobre la de la esposa de Perón.
Aurora Venturini (1921-2015) aceptaba con osadía la identidad de un destino que asumiría para toda la vida. "Yo voy a ser peronista siempre", repetía.
Como estudiante universitaria y militante, fue testigo de la "década infame" y el ascenso de Perón. Fue amiga de Evita; su amistad se forjó cuando trabajó como asesora en el Instituto de Psicología y Reeducación del Menor.
De hecho, el universo de ese espacio donde Aurora fue trabajadora social también ingresó de algún modo a su ficción, como se adivina en "Las primas", su debut al reconocimiento cuando ganó el Premio Novela de Página/12, el galardón que disparó la circulación de la autora a sus 85 años.
A los 70 años de la muerte de Eva Duarte, la "dama de la esperanza, "la presidenta sin sillón" -solo dos de las tantas maneras en que la nombra Venturini a su amiga "hermanita de los cabecitas"-, el libro de Tusquets lleva el título "Eva, Alfa y Omega. Y Pogrom del cabecita negra", porque reúne dos textos distintos que dialogan con el peronismo.
El primero es una memoria que juega con la ficción a partir de algunos nodos que la autora decide relatar y posicionar desde su original aparato literario y además es un texto que escribió cuando estaba por morir, mientras que el segundo, "Pogrom", tuvo otra circulación porque ganó el Premio Municipal de la Ciudad de la Plata en 1973 y retrata -en palabras de Barrancos- "una historia punzante sobre una familia arrojada al descarte".
La escritora se había exiliado antes en París, tras el Golpe de Estado del '55 y en la bohemia francesa trabó amistad con otros nombres de la escena intelectual como Jean-Paul Sartre, Juliette Gréco y Simone de Beauvoir.
Venturini hace de este texto un experimento entre la liturgia que acaricia la figura de Eva, su singular capacidad narrativa y los hechos que decide contar: fragmentos, digresiones, evocaciones de charlas, escenarios, relecturas, correcciones de las historias trascendidas (por ejemplo, expone y elige una de las dos historias que rondan el mito sobre el primer encuentro entre Juan y Eva en el Luna Park o en el acto del terremoto de San Juan).
En entrevista a esta agencia había adelantado algo: "Evita no lo conoce en el terremoto de San Juan, lo conoce en el Luna Park. A Perón le encantaba el boxeo, a su lado estaba sentada una muchacha que era la querida de él en aquel entonces. ¿Sabés cómo la llamaban? 'La piraña', porque tenía los dientes en punta. 'La piraña' se levanta para ir al baño y Evita que estaba entre la gente, corre y se sienta al lado. Y desde ese momento no se separaron más".
Venturini también se permite un monólogo interno de la propia Eva, una especie de sollozo en el que la "dama de la esperanza" le pide a Dios "un recreo" a su dolor, al menos "un año más" pero no para estirar su propia existencia per se se sino para poner en marcha los derechos sociales que faltan. Esos pasajes muestran el modo en que Venturini ejercita la ficción y escribe situada desde otro tiempo, con un registro poético, de palabras de antaño, y a veces incorrecta para la actualidad del vocabulario.
Pero Aurora no traiciona a su amiga, la eleva como manto santificador que genera la imagen de una "niña muerta" y sólo a veces le desenrolla algunos atisbos de sombras para recordar que es humana, aunque su condición de mártir trasluce la potencia de lo que la autora define como la obsesión de su causa por el "pobrerío, los viejos y los niños".
"La generosidad de Evita era ilimitada; la paciencia no tanto; las broncas, espantosas", dictamina como ejemplo de esa doble fuerza, en las impresiones que parecen venir del recuerdo del vínculo laboral y personal que tuvo con ella. También dirá que nunca sintió tanta humillación como la que le impartió alguna vez su amiga.
Experimento narrativo, que bordea la verdad y la ficción, "Eva, Alfa y Omega" es, una vez más, una demostración de la original maquinaria narrativa de Venturini, nada obtusa, nada complaciente con las tendencias literarias y capaz de seguir expandiendo la literatura y la historia y hacer poesía, como el poema que le dedica a su amiga, al final, donde la saca de las estampas conocidas y la define: "ella es pétalo de flores, es cisne y es venado".
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