Maravillas de este siglo
27/05/2023 | 12:56
Redacción Cadena 3
María Rosa Beltramo
Seis meses atrás Sam Altman era un perfecto desconocido y hoy se ha convertido en una auténtica celebridad que recorre el mundo para explicarle a los líderes hasta dónde podría llegar la inteligencia artificial.
A diferencia de otros ejecutivos que han hecho la misma gira para publicitar las ventajas de cualquiera de los últimos diez chiches tecnológicos -desde la telefonía celular al gps-, el CEO de OpenAI clama en todas partes por una regulación estricta que salve a la humanidad de un invento sensacional que, no obstante, podría dejar de responder a sus creadores o eventuales usuarios, para seguir sus propios dictámenes.
Todavía no, pero estamos peligrosamente cerca de llegar a la materialización del argumento clásico de la ciencia ficción, cuando las máquinas asumen el control y arrasan con todo lo que intente oponérseles.
Pero hay otro costado que quizá sirva para demostrar que los cambios que podría generar la IA modificarán para siempre la estructura del universo laboral. Altman nunca había sido tan claro como lo fue en Madrid, donde aseguró que habrá empresas de mil millones de dólares manejadas por una sola persona.
Y esa viene a ser la parte menos cinematográfica. Se trata simplemente de que un programa reemplace la fuerza de trabajo de hombres y mujeres.
El CEO de OpenAI ha advertido que el ChatGPT de su empresa -el mismo que usan con displicencia los adolescentes exigiéndole que se pronuncie si es mejor Talleres o Belgrano y lo fundamente-, podría ser utilizado en campañas de desinformación y manipulación, y le pidió al Congreso que regule el uso de esa tecnología.
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Geoffrey Hinton, que renunció a Google para poder hablar con más claridad sobre los temores que lo embargan y que no han considerado los creadores de la IA, pronosticó que faltan entre 5 y 20 años para se diseñe una inteligencia artificial mejor que la del ser humano.
Y para que se entiendan las implicancias de semejante acontecimiento, explicó: “Es lo mismo que si hubieran llegado los extraterrestres, o que estuvieran a punto de aterrizar”.
“No terminamos de darnos cuenta porque hablan bien en inglés, son serviciales, escriben poemas y contestan las cartas aburridas. Pero en realidad son extraterrestres”.
Pero volviendo a Altman, en la reciente exposición que hizo ante el congreso de los Estados Unidos fundamentó la necesidad de regulación y enumeró los problemas inmediatos.
Sostuvo al respecto que la inteligencia artificial puede generar "caos en los derechos de propiedad intelectual, inquietud por la privacidad digital y la vigilancia, un creciente riesgo de que se multiplique la capacidad de hackear las ciberdefensas, y permitir que los gobiernos desplieguen armas letales que pueden matar sin el control de ningún humano".
En Madrid, y viendo que ya todos sus interlocutores estaban asustados, dejó dos buenas: "la tecnología no es perfecta pero la estamos mejorando" y "ahora cada persona puede tener acceso a un profesor particular para la materia que sea".
Cuando la tecnología sobre la que ya hay tantas prevenciones fue presentada en sociedad, dijeron que había sido concebida a imagen y semejanza de la inteligencia humana. Y parece que, como ella, puede hacer maravillas y desastres.
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