Maravillas de este siglo
08/10/2019 | 08:21
María Rosa Beltramo
Las casas de apuestas están pendientes y la gente ansiosa. El jueves, entre las 8 y las 9, hora de la Argentina, se abrirá la puerta blanca con rebordes dorados del antiguo edificio de la Bolsa de Estocolmo y la secretaria de la Academia Sueca enfrentará una ordenada y compacta rueda de micrófonos para anunciarle al mundo dos nombres, el de los ganadores de las ediciones 2018 y 2019 del Premio Nobel de Literatura.
Uno de ellos debería ser el de Margaret Atwood, eterna candidata que esta vez podría ser usada como ariete para hacer justicia por una institución que tenía fama de impoluta y cuyo prestigio fue arrasado por las denuncias de abuso que involucraron al francés Jean-Claude Arnault, el marido de una académica que se paseaba por los salones como si fuera el dueño, se proclamaba influyente y terminó con una condena de dos años y medio de prisión por dos cargos de violación.
La consecuencia institucional más grave del desaprensivo comportamiento del esposo de Katarina Frostenson fue el descrédito que repentinamente se precipitó sobre la entidad que otorga las llaves para el ingreso al Olimpo literario y obligó a dejar una página en blanco en el libro donde se registran las entregas desde 1901.
El escándalo sueco que privó al mundo de uno de los dos galardones más célebres y populares-el otro es el Nobel de la Paz- rivalizó por momentos con el que un par de años antes había ensombrecido el esplendor de Hollywood, tras la caída en desgracia y la catarata de acusaciones contra el productor Harvey Weinstein.
Siempre ha sido extensa la lista de candidatos a quedarse con el Nobel de Literatura, pero esta vez es kilométrica porque después de tanta espera habrá dos ganadores. Los analistas que, como la mayoría de los que se empeñan en escudriñar las señales de la economía, no paran de equivocarse, aseguran , no obstante, que si la Academia quiere dejar un mensaje para restañar las heridas que provocó Jean Claude Arnault, al menos uno de los galardonados tendría que ser una mujer. Y si se examina el tipo de producción, todos los boletos los tiene la autora de “El cuento de la criada”.
A días de cumplir los 80 años, la canadiense hace por lo menos una década que figura en la lista de aspirantes que confeccionan los críticos , pero nunca como ahora se ha valorado su obra, una suerte de decálogo feminista que podría ayudar a suavizar las lesiones que las denuncias de abusos generaron en el cuerpo de la Academia.
Hay además circunstancias externas pero coincidentes que colaboran para ungir a Margaret Atwood como la candidata por excelencia. Aunque el comité encargado de discernir el premio jamás considera la popularidad, la escritora traspasó el estrecho universo literario y es casi una especie de estrella televisiva, desde que Bruce Miller produjo para la MGM “El cuento…” y millones tuvieron la ocasión de seguir en la pantalla chica las desventuras de Fred, la triste heroína que encarna Elisabeth Miss.
Y si eso no alcanza, hace unos diez días que Atwood presentó “Los Testamentos”, la continuidad de Gilead, ese mundo oscuro, estratificado en castas, donde las mujeres pueden pagar hasta con la muerte la osadía de intentar leer o escribir y donde son esclavas sexuales de hombres que ni siquiera pueden honrarlas con el deseo y se limitan a violarlas con displicencia, buscando la posibilidad de procrear, en un futuro donde la esterilidad es la norma.
Para tratar de despejar cualquier sospecha de las muchas que instaló el francés que se decía influyente, además de cuatro académicos esta vez habrá dos escritores y tres críticos contratados para ayudar a seleccionar a los premiados. A los suecos les gusta sorprender y adoran enmendarle la plana a todos los que creen saber quién será el elegido.
Pero las apuestas están abiertas y arriesgar nombres es casi una obligación. Está como siempre Haruki Murakami, una suerte de Borges nipón y , entre los 30 primeros, el argentino César Aira. Atwood no se mueve del top ten y este debería ser su momento.