Campaña despiadada

Donald Trump aseguró en su propia red social que la cocaína hallada recientemente en el ala oeste de la Casa Blanca era para el consumo de Hunter Biden y de su padre Joe, actual presidente de los Estados Unidos y sucesor del que formula la acusación.

Cualquiera podría creer que la campaña que se avecina será la más despiadada de todos los tiempos pero en realidad sólo amenaza ponerse a tono con lo que revela la historia electoral de la autoproclamada mayor democracia del mundo.

Abraham Lincoln, figura emblemática, debió soportar reiteradamente la imputación de borracho, que no es mucho en comparación con el presidente Rutherford B. Hayes, de quien se afirmó que le había disparado a su propia madre a quien desconoció después de una noche de fiesta ininterrumpida.

A tono con el país donde han crecido la mayoría de los superhéroes adorados por varias generaciones, se dice que el ex mandatario Teddy Roosevelt recibió un disparo en 1912 mientras hacía campaña para la reelección y entonces se abrió la camisa para mostrarle al público la herida mientras seguía con el discurso previsto, durante hora y media.

Lo cierto es que el primer fin de semana de julio apareció en el icónico edificio de la avenida Pensilvania una bolsita que contenía cocaína. La portavoz presidencial, Karine Jean-Pierre, indicó en su rueda de prensa diaria que la sustancia fue detectada en una zona muy transitada y destacó que ni el presidente, ni su familia se encontraban en su residencia oficial.

Hay que advertir, no obstante, que lo de “muy transitada” cuando alguien habla de dependencias que ocupa la mayor autoridad del país es, por lo menos, una exageración. Por esos pasillos sólo caminan hombres y mujeres del servicio secreto, los colaboradores más estrechos del jefe de Estado y, eventualmente, miembros del gabinete o dirigentes sometidos a una revisión estricta y exhaustiva antes de que puedan ingresar al despacho oval.

La investigación quedó en manos del servicio secreto pero dio lugar a todo tipo de especulaciones que abarcan un amplio abanico que se extiende desde un descuido hasta el deseo de provocar conmoción plantando evidencia para comprometer el prestigio del mandatario. Y esto recién empieza.