Maravillas de este siglo
15/11/2021 | 10:48 | Por María Rosa Beltramo.
María Rosa Beltramo
Excepto por la pátina de heroísmo que suele darle el cine, el espionaje no debería ser especialmente atractivo para los que están buscando una actividad rentada con salida laboral rápida. Sin embargo, 1722 candidatos se anotaron el año pasado en el curso que dicta la Escuela Nacional de Inteligencia (ENI), con intenciones de formar parte de ese ejército que se mueve en las sombras y cuya tarea más conocida suele ser reunir información acerca de distintos ciudadanos, para volcarla en archivos que el poder de turno podría necesitar.
No todos los que llenaron el formulario de admisión fueron aceptados. De ese total, una cantidad llamativa, 758, no pudieron demostrar poseer los conocimientos mínimos para convertirse en agentes de la Agencia Federal de Inteligencia. El 44 por ciento de bochados llevó a las autoridades de la ENI a reformular el cursillo de ingreso, apuntando a una capacitación más eficaz.
Según los objetivos declarados de la institución que se ocupa de formar a los espías ,la idea es que “obtengan las habilidades y los conocimientos que exigen las actividades de inteligencia y contrainteligencia en sus diferentes tipos y alcances”. Críptica, como corresponde a la especialidad, esa formulación no aclara nada.
Sí se sabe que los profesionales de inteligencia reciben instrucción en una señorial casona de Libertad 1235, entre Juncal y Arenales, en pleno barrio de La Recoleta. De las asignaturas que un aspirante a espía debe conocer sólo trascendieron los títulos de dos ciclos dictados en la UBA sobre Maestría en Ciberdefensa y Ciberseguridad y Especialización en Inteligencia Estratégica y Crimen Organizado.
Se supone que cualquiera que desea convertirse en espía puede tener in mente cuando piensa en lo mejor de la actividad, al personaje que hacía James Stewart en “El hombre que sabía demasiado”, al Cary Grant de “Con la muerte en los talones” o al Gary Oldman de “El Topo. Si no conoce a los clásicos del género, es probable que sienta cierta oscura fascinación por el más popular de los “servicios” argentinos que no es otro que Remil, el personaje que alumbró Jorge Fernández Díaz para la trilogía que integran “ El puñal”,” La herida” y “La traición”.
Aunque ennoblecido por la creación literaria, Remil –nombre que por supuesto forma parte del más conocido de los insultos-es terriblemente peligroso. Combatió en la guerra de Malvinas y luego fue reclutado como agente. A diferencia de los candidatos reales que no pudieron superar un cuestionario sencillo, el personaje de Fernández Díaz tiene muchos y variados conocimientos que le permiten incursionar en cualquier ambiente sin desentonar.
Los gobiernos de turno quieren contar siempre con un cuerpo estable de espías.No es sencillo promover una actividad que consiste básicamente en revolver en la basura, procurando hallar cualquier cosa que pueda ser usada en contra del investigado .
Sin las convicciones ni el encanto que en las películas tienen los representantes del bloque occidental, esos que en plena guerra fría arriesgaban el pellejo para salvar al”mundo libre”, Remil es capaz de emprender la más innoble de las tareas sólo para conservar el empleo y el pellejo.Los convocados tendrán una tarea más parecida a la del protagonista de “El Puñal” que a la de los héroes del celuloide, pero aún así tendrán que estudiar más porque hasta para hacer la lista de lo que lee el vecino de al lado, hace falta rendir exámen de ingreso.
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