Maravillas de este siglo
14/08/2023 | 09:41
Redacción Cadena 3
María Rosa Beltramo
Si Commander, el pastor alemán que los Biden llevaron a la Casa Blanca en 2021, viviera en Nueva Zelanda, la familia habría sido intimada un par de veces y debido a la persistencia de la mala conducta de la mascota, la perrera se lo habría llevado para su ejecución.
Es que el perro ha estado implicado en diez "incidentes", una forma amable de describir los ataques de los que han sido víctimas integrantes del servicio secreto, empleados y algunos visitantes.
Commander reemplazó a Champ que murió durante el primer año de gestión del dirigente demócrata e igualó rápidamente -y luego superó- la marca de Major, el otro pastor lo bastante conflictivo para que el presidente renunciara a su compañía diaria y lo enviara de regreso a su casa de Delaware.
Pero la mascota actual se ha convertido ya en un problema digno de figurar en la conferencia de prensa semanal. La portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre tuvo que responder en medio de las preguntas habituales sobre política doméstica e internacional, algunas referidas al malestar del servicio secreto por la conducta de Commander.
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Sostuvo entonces que la familia del jefe de Estado "intenta encontrar soluciones". Es que previamente se habían filtrado las palabras de uno de los agentes que se encarga de la seguridad presidencial que, al parecer, harto de los ladridos del perro y de su peligrosa proximidad, advirtió: ¡"El maldito payaso necesita un bozal"¡.
Las mascotas de los hombres y mujeres poderosos suelen humanizar a sus amos, pero ese propósito está lejos de cumplirse en un caso como este donde, además, el animal parece no responder a los intentos de reentrenamiento.
El director de comunicación de Jill, la primera dama, declaró a la cadena CNN que la Casa Blanca es un "lugar único y a menudo estresante para las mascotas" y que probablemente la familia Biden deba establecer un nuevo protocolo.
A Harry Truman se atribuye la frase “si quieres un amigo en Washington cómprate un perro” manifestación concebida más para transparentar lo difícil que puede resultar establecer vínculos duraderos y confiables en un lugar donde hay tanto en juego, que para reivindicar la relación con los canes.
Sin embargo, no hay ocupante de la Casa Blanca que no se haya rodeado de animalitos; no siempre perros-aunque han sido mayoría- ni gatos –algunos de fama duradera, como Socks, el preferido de Bill y Hillary Clinton-.
La historia doméstica de la casa desde la que se deciden cuestiones que impactan en todo el mundo incluye a la zarigüeya de Herbert Hoover, el mapache de Calvin Coolidge, la vaca Ofelia de George W. Bush y los dos tigres que el sultán de Omán le regaló a Martin Van Buren, la culebra de Theodore Roosevelt y el pony y las cabras de Abraham Lincoln.
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