Maravillas de este siglo
19/09/2022 | 10:49 |
Redacción Cadena 3
María Rosa Beltramo
Alan Eugene Miller le tiene pánico a las agujas. Las autoridades del estado de Alabama que, por orden judicial, tienen previsto ejecutarlo el próximo jueves 22 y están dispuestas a ahorrarle sufrimiento, decidieron usar la hipoxia de nitrógeno, un método legal, pero sin antecedentes, que puede mandarlo al otro mundo sin un solo pinchazo.
La medida ha generado polémica porque nadie sabe cómo resultará y los norteamericanos son muy escrupulosos con el respeto a los derechos humanos de los condenados. La propia abogada del recluso, Mara Klebaner, sostuvo que el equipo que asiste al múltiple homicida necesita más información.
El método que defienden las autoridades penitenciarias por indoloro, consiste en reemplazar el oxígeno por el nitrógeno, es un procedimiento aceptado en dos estados, Oklahoma y Alabama y el elegido lo recibe a través de una máscara mientras permanece amarrado a una camilla.
Miller, conductor de un camión de reparto, protagonizó un sangriento raid en 1999 para buscar y matar a tiros a tres de sus compañeros que, según creía, habían afirmado que él era gay. En rigor ni siquiera se supo si efectivamente habían dicho algo a sus espaldas porque un dictamen psiquiátrico posterior a la condena demostró que el camionero tenía serios problemas mentales.
Originalmente se dispuso que por el triple crimen su autor debía morir por una inyección letal pero él asegura que planteó el tema de su temor a las agujas, una circunstancia que ni siquiera el conocimiento de que poco después sobrevendrá su muerte, logró atemperar.
Inyección, silla eléctrica u horca como era en la antigüedad son sistemas ya probados y todos han originado distintos tipos de problemas que suelen enumerar los abolicionistas que luchan desde años y sin éxito para terminar con la pena capital.
En cambio los defensores de ese esquema punitivo procuran perfeccionarlo para lo cual han creado hasta un Death Row Watcher (Observatorio del Corredor de la Muerte) que toma nota de las fallas para que no se repitan.
Con el método para matar a Miller tienen temor de que suceda lo que ocurrió con John Grant el año pasado en Oklahoma.
Creen que, fruto de la falta de práctica, porque llevaban 6 años sin ejecuciones, alteraron el cóctel de drogas que le administran a los reos y el afroamericano de 60 años “convulsionó más de dos docenas de veces y vomitó mientras le inyectaban”, según consignó el observatorio.
Resulta paradójico porque el propósito de la pena de muerte es acabar con la vida de una persona, pero los protocolos para hacerlo tienen que cumplir con el precepto de generar el menor sufrimiento posible.
Y en ese contexto, se toman en serio, por ejemplo, que el condenado llegue al cadalso con buena saludo, como en el caso de Alan Miller que no se vaya a impresionar por la aguja de la inyección.
Hasta el año pasado y desde 1976, hubo 1532 ejecuciones en Estados Unidos. El Centro de Información sobre la Pena de Muerte reveló que, desde 1973 se dictaron 9.600 condenas a muerte en todo el país y que 185 de esos presos tuvieron que ser liberados tras comprobarse que eran inocentes
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