Maravillas de este siglo
21/10/2023 | 08:18
Redacción Cadena 3
María Rosa Beltramo
Si se instituyera un premio al ingenio, una de las que estaría en condiciones de ganarlo sería, sin dudas, Anne-Sofie Tørnsø Olesen, la adolescente que consiguió que en una fiesta de la nobleza europea se hablara de ella, una plebeya que casi por casualidad fue invitada a la reunión organizada para celebrar la mayoría de edad de Christian de Dinamarca.
Como el cumple de los 18 del príncipe es una cuestión de estado, además de los herederos de la mayoría de las casas reinantes, estuvieron representando a la juventud danesa chicos y chicas de distintas regiones, contemporáneos del homenajeado.
Suele atribuírseles a los centennials una imaginación condicionada por los dispositivos digitales que forman parte del universo de los nacidos a partir del 2000. Se dice, con más prejuicio que evidencias, que desconectados quedan a la deriva y se ahogan en un vaso de agua.
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Anne-Sofie no parece responder a esa descripción. La joven se propuso atravesar la barrera del anonimato y contribuir con lo que estuviera a su alcance para dejar su huella en un festejo donde el 80 por ciento de los asistentes tenía coronita o se preparaba para usarla.
Y la inspiración que buscaba la encontró en un cuento de 1697. Ese año Charles Perrault publicó “Cendrillon ou la petite pantoufle de verre”, La Cenicienta. La invitación que recibió Anne Sofie ubicaba la fiesta de cumpleaños de Christian en el palacio de Christiansborg.
Y si además, como en cualquier celebración de esa naturaleza habría un baile, la chica se planteó la posibilidad de acudir a una estrategia que en el relato de Perrault fue fruto del apuro pero que ella podía calcular con toda frialdad.
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La Cenicienta, ya se sabe, debió abandonar precipitadamente la fiesta porque había sido advertida de que las nobles vestiduras con las que había concurrido al palacio y el lujoso carruaje que la transportó, recobrarían su pobre apariencia después de la medianoche. Y además podía ser castigada si no llegaba a tiempo para cumplir sus pesadas labores.
El atractivo del cuento reside en el zapato de cristal que perdía la protagonista y en la búsqueda posterior que emprendían los hombres del príncipe, aún en los lugares donde, en teoría, jamás podrían encontrar a una de las asistentes a un encuentro de la nobleza.
Anne Sofie le acaba de revelar a la televisión danesa que, con el pensamiento puesto en esa narración, adquirió en algo más de 50 euros un par de zapatos dorados, y decidió sacrificar uno de ellos confiando en que fuera hallado por alguien con una sensibilidad equivalente y que recordara lo sucedido en la narración de Perrault.
Parece sencillo quitarse el calzado y abandonarlo en un lugar visible, pero casi fracasa porque cuando lo hizo alguien se lo devolvió. Y cuando quiso intentarlo de nuevo no encontraba el sitio adecuado. Al fin descubrió una escalera lateral, se sacó el zapato y se fue más rápido que la Cenicienta, temiendo que alguien la descubriera.
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El plan salió como lo ideó Perrault y lo ejecutó Anne. La casa real danesa publicó en su cuenta de Instagram una foto de los tacones con un interrogante: "¿Es Cenicienta la que olvidó su zapato anoche?".
La televisión descubrió el filón y TV2 se lanzó a la búsqueda de la dueña del zapato. Y cuando la encontró ella admitió inmediatamente que esta vez la pérdida no había sido accidental.
"Esto es algo que solo va a pasar una vez en mi vida, así que mejor hacerlo" confesó.
Todos los días se filtran nuevos detalles del principesco cumpleaños y aparecen fotos de adolescentes que se preparan para acceder al trono, pero desde que trascendió el hallazgo del zapato dorado, todos se rinden ante la travesura de la cenicienta danesa.
Ella, feliz, ha dicho que "fue una noche increíble, difícil de describir porque fue fabulosa. Esperaba que fuera una gran experiencia, pero de alguna manera se multiplicó por veinte. Es una experiencia que me gustaría que todo el mundo pudiera vivir”.
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