El pueblo quiere saber

Nadie sabe con certeza qué quieren los ciudadanos cuando son convocados cada cuatro años para elegir al presidente de la Nación. Hay gente formada en las mejores universidades que trabaja incansablemente para conocer las principales demandas y cruzarlas con la oferta disponible.

Cualquiera podría suponer que anticipar el nombre del ganador es casi un juego de niños si se han analizado a conciencia los reclamos del electorado y las propuestas de los aspirantes a gobernarnos.

Parece sencillo, pero no lo es. Aún las consultoras más prestigiosas nos han acostumbrado a que sólo están en condiciones de brindar resultados aproximados porque cada vez con mayor frecuencia la ecuación incluye el factor sorpresa.

Lo que emerge con claridad es que tal vez los partidos políticos han equivocado el enfoque y le están dando importancia superlativa a asuntos que no la tienen, mientras ignoran otros que tienen verdadero poder de movilización.

Google, la compañía propietaria del motor de búsqueda más utilizado en internet, dio a conocer qué datos pretende averiguar la gente sobre los cinco dirigentes que, tras las primarias, quedaron en condiciones de participar de la compulsa del 22 de octubre para acceder al despacho de Balcarce 50.

Por riguroso orden alfabético los que superaron el 1,5 % requerido son Myriam Bregman, Patricia Bullrich, Sergio Massa, Javier Milei y Juan Schiaretti, nombres que a lo largo de una jornada son googleados miles de veces por gente que, al parecer, quiere conocer datos que los medios omiten o que están perdidos en el fárrago de información sobre actos proselitistas.

Aunque las búsquedas no tienen relación directa con la intención de voto, la curiosidad guarda cierta proporción con el interés ya manifestado en las urnas.

Los rastros que dejamos en internet no mienten. Mientras los encargados de la información procuran explicar el significado del antikeynesianismo de Milei los que teclean el nombre del libertario preguntan de qué signo es.

Vaya a saber si son los mismos pero un número apreciable quiere saber cuánto mide-la altura, no la intención de voto-, los nombres de sus perros y de sus novias anteriores.

Pensar que debe haber verdaderos ejércitos de asesores preparando a los candidatos para los debates televisivos y elaborando papers llenos de cifras y armando las réplicas infalibles a las críticas obvias. Todo eso para que la mayoría de los encuestados sólo recuerde que el 15 de noviembre de 2015 Juliana Awada besó cálida y cinematográficamente a Mauricio Macri y lo proclamó vencedor de la disputa televisiva que había librado con Daniel Scioli.

¿La cuestión más controvertida que estuvo en disputa? El tiempo se ha encargado de borrarla de la memoria de la mayoría, pero el detalle del beso quedó en pie.

El secreto del éxito suele estar en los detalles que se le escapan a los expertos. La abundante literatura que hay acerca del debate Kennedy-Nixon de 1960 tiene un par de capítulos sobre los temas importantes y varios tomos sobre la frescura del retador demócrata, el esmero con el que se había rasurado y la amabilidad con la que se dejó maquillar mientras el republicano parecía cansado, con sombra de barba y el rostro sometido a una luz que rebotaba en sus mejillas, sin la base que le ofrecieron y que rechazó con cajas destempladas. Uno hablaba con tranquilidad, el otro parecía enojado.

Ya se sabe quién ganó el debate y los comicios.

Las averiguaciones que la gente realiza a través de google ignoran la mayor parte de la información dura, invitan a mejorar la tarea de los equipos de difusión y explican por qué es tan difícil pronosticar un resultado.

Lo que está claro es que mientras algunos con intención docente reúnen información sobre los efectos de la dolarización en países de economía emergente, otros se lanzan sobre el buscador con la esperanza de que les reele qué champú usa el candidato que ganó las primarias.