Maravillas de este siglo
25/06/2020 | 08:08 |
María Rosa Beltramo
“Tolerancia cero” pidió el coordinador operativo de la zona atlántica del Ministerio de Seguridad, para el cordobés que entró a Mar del Plata con otra identidad, dio positivo de Covid-19 y alteró los planes de una ciudad que, con un sólo caso detectado y controlado, se encaminaba hacia una normalidad comercial largamente reclamada.
Decidido a disfrutar de un fin de semana con su novia, juntó sus ganas, una buena cuota de irresponsabilidad personal y la complicidad del amigo que le prestó el auto y el DNI y se largó a la ruta, convencido de que nada podía salir mal. Con el diario del lunes, ya sabemos que la Ley de Murphy existe y que la aventura resultó un auténtico desastre: el engaño fue descubierto, tiene una causa judicial abierta, se encuentra aislado sin la cercanía de la persona objeto de sus desvelos y con multitudes dispuestas a declararlo el enemigo número uno del partido de la costa.
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Es que por estos días, la renuencia a respetar los planes elaborados para enfrentar la pandemia tiene consecuencias serias y difíciles de advertir por los que deciden, por su cuenta y riesgo, adoptar decisiones individuales. Es obvio que no se planteó, en primer lugar, el riesgo de transitar más de mil kilómetros con documentación apócrifa.
Tampoco pensó en los controles propios de una época en la que el mundo entero está dividido en zonas blancas y rojas y pasar de unas a otras demanda documentación, exámenes, justificativos y razones de peso. Le fue bastante bien para sus propósitos porque entró a Mar del Plata después de someterse al hisopado y logró reunirse con su novia. Poco después llegaría el resultado positivo y las autoridades descubrirían que era imposible comunicarse con el teléfono que había dejado anotado.
Con la situación aclarada, la causa judicial en manos de la fiscal Laura Mazzaferri y los contactos ubicados, reina una cierta tranquilidad no exenta de la inquietud que ha generado el cordobés como lo llama la prensa, reservando su nombre real y también aquel que usó para ingresar a "La Feliz".
El malestar es palpable cuando se consulta a cualquiera de las autoridades. Irresponsable es lo más cariñoso que le dicen al infractor de 23 años, que en la costa generó un mini desastre y en Córdoba no parece haber dejado un buen recuerdo entre sus vecinos. Al menos una de ellas apareció en la tele, en horario central, para pedir que la sometieran a exámenes ya que tenía el temor de haberse contagiado porque trascendió que el joven dijo en Mar del Plata que había estado hasta febrero en Estados Unidos y a su regreso había experimentado algunos síntomas sospechosos. Después de dos hisopados positivos el sábado 20 y el martes 23, los infectólogos no creen que haya estado anteriormente en contacto con el virus y suponen, en rigor, que el relato es otro invento del cordobés.
Lo real es que el incidente trajo el recuerdo de las pulseadas estivales entre Mar del Plata y Villa Carlos Paz cuando, en épocas de una normalidad que parece tan remota, se discutía sobre el número de asistentes a los teatros.
Ahora cordobés se pronuncia en la costa como una mala palabra pero por otro motivo. De este lado nadie festeja la “travesura” del comprovinciano y tanto en la costa como en las sierras la mayoría de la gente daría cualquier cosa por sumergirse en aquellos inocuos debates sobre cantidad de espectadores. Nadie sabe cuándo podremos retomar esa gloriosa normalidad. Lo que es seguro es que ciertas conductas nos alejan del regreso a la realidad que se añora.
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