Córdoba, en época de coronavirus.

Maravillas de este siglo

Esto también pasará

25/03/2020 | 06:44 |   

María Rosa Beltramo

Todavía no vemos la salida porque a cada momento nos advierten que lo peor está por llegar, pero esto también pasará. Las calles desiertas, las ciudades abandonadas, el patrullaje armado, el ominoso conteo de cadáveres (a la derecha de su pantalla, señora) y el prójimo visto y temido como un probable portador, todo eso entrará alguna vez en una página o un capítulo de un libro de historia.

En estos días ha desaparecido la noción de futuro y sólo ha quedado en pie un presente perpetuo cargado de acechanzas para los que se devanan los sesos buscando una salida o desconcertante, en el mejor de los casos, para los que apenas son conscientes de que de un día para el otro el mundo quedó patas para arriba y lo que era importante hace un mes, no sirve de nada.

Y como siempre , habrá una historia oficial que recogerá el comienzo, la evolución y la destrucción del virus. Y los detalles más o menos coloridos difíciles de creer de estos días que desandan marzo, de la tragedia a la comedia, pasando por el absurdo.

En defensa propia, la memoria colectiva preferirá recordar las actitudes solidarias y la entrega de los trabajadores de la salud. Sobre el resto, tenderá un piadoso manto de olvido, aunque tal vez sería bueno, a manera de aprendizaje, recordar episodios que están sucediendo durante el aislamiento.

Desde el empresario que intentó ingresar a su mucama en el baúl del coche porque no es cuestión que se le acumulen los platos sucios o el automovilista que en Córdoba intentó sortear un control, chocò y terminó cubriendo la huida a tiros como si acabara de asaltar un banco, hasta los que rompieron la cuarentena para ir al casino, los que se embarcaron para hacerse fuertes en medio del río o el que tiene casas por todo el paìs y pudo aislarse a 1.500 kilómetros de su residencia oficial.

Los policías arriesgando el físico y perdiendo un tiempo valioso para garantizar la cuarentena de los viajeros rebeldes, los conflictos entre vecinos por el volumen de la música, la tos o el estornudo usados como amenaza para ganar un lugar en la cola del supermercado o la actitud descomedida de algunos repatriados que, ya en el paìs, seguían quejándose de la falta de conexiones o de la demora en abordar el vuelo de cabotaje, o el aumento exponencial de la violencia de género alimentada por la convivencia obligada.

Y mientras los científicos trabajan a destajo para crear una vacuna; los médicos y enfermeras se ocupan de los pacientes con lo que hay y lo que pueden y los gobiernos planifican medidas para cuando acabe la amenaza, hay que nutrirse de lo mucho y bueno que también está dejando la pandemia.

Ni al mejor de los guionistas se le habrían ocurrido los conciertos del tenor de barrio Alberdi, con los balcones iluminados y los aplausos agradecidos que arrancan de los pisos de arriba y terminan en las calles desiertas.

Empezó en la Europa devastada por el contagio pero ahora forma parte de la escenografía habitual en cada pueblo o ciudad, en todos los barrios y es sólo un detalle, pero de los que sirven para poner de manifiesto lo mejor de la condición humana: los aplausos de las 9 de la noche para los que velan por la salud de todos arriesgando la propia.También eso pasará, pero sería estupendo que podamos recordarlo y podamos nutrirnos de lo bueno que justifica la continuidad de la especie.

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