Maravillas de este siglo
03/12/2022 | 14:17 |
Redacción Cadena 3
María Rosa Beltramo
La palabra escándalo suele asociarse con frecuencia a episodios que tienen por escenario el Congreso de la Nación, aunque la mayoría de las veces no es para tanto; los legisladores se gritan, golpean la banca, ignoran las órdenes que llegan de la presidencia o hablan con el vecino sin importarle la palabra del orador de turno, pero cada una de esas prácticas forma parte de la actividad parlamentaria convencional.
El último incidente que mereció el calificativo de escandaloso ocurrió en septiembre de 2020 cuando la pandemia del Covid obligaba a los diputados a sesionar por videollamada. El salteño Juan Emilio Ameri no advirtió que estaba conectado y que su imagen era visible para el resto cuando, según lo que explicaría más tarde, quiso probar los senos que estrenaba su pareja sometida días antes a una cirugía plástica.
Cinco segundos después lo bautizaron “el diputado hot” y sus módicos arrestos eróticos dieron la vuelta al mundo. En tiempo récord presentó la renuncia y desapareció de la escena política hasta la semana pasada cuando una radio porteña quiso saber qué era de su vida. No hizo revelaciones extraordinarias pero confesó que se separó de la mujer que hace dos años tanto lo inquietaba.
El jueves la disputa entre oficialismo y oposición por el tema de la representación en el Consejo de la Magistratura epilogó en una tensa jornada en la que pasó de todo. Juntos por el Cambio se negó a dar quórum y fracasó la sesión preparatoria en la que el kirchnerismo buscaba que Cecilia Moreau fuera reelegida como presidenta de la Cámara Baja.
No todos, pero los que integran el núcleo duro de los bloques mayoritarios están más o menos acostumbrados a la chicana. Aunque son adultos mayores – un eufemismo para decir que hace años alcanzaron la mayoría de edad-en algún momento de las sesiones conflictivas, el recinto se parece sospechosamente al último día de clases del secundario más revoltoso del país, cuando faltó el profe y el preceptor tiene carpeta médica.
Lo habitual es que se griten, que abandonen la banca y se acerquen a la presidencia con actitud de barrabrava. Casi nunca pasa de eso, pero el jueves a la hora de los insultos, se olvidaron de una norma que ellos mismos aprobaron.
La ley Micaela (por Micaela García, una joven de 21 años que fue asesinada en Entre Ríos por un hombre que tenía antecedentes penales por violación) obliga a todas las personas que trabajan en los tres poderes del Estado nacional a recibir capacitaciones en temas de género y violencia contra las mujeres.
Cristian Ritondo (Juntos por el Cambio) fue acusado de “promover la cultura de la violación como práctica política” cuando, al retirarse su bloque, hizo un círculo con el índice y el pulgar de su mano derecha e introdujo repetidamente el índice de la izquierda.
Por el revuelo que generó el gesto, el legislador se justificó al manifestar que “con el kirchnerismo uno va a practicar boxeo y le pegan un tiro y dicen que está en el reglamento; rompen todas las reglas, la verdad que a uno lo saca”.
También en la bancada oficialista se les dio por demostrar que no están nada deconstruidos y que pueden invocar ideologías que supuestamente están en las antípodas, pero cuando se enojan borran -para mal- todas las diferencias.
Cuando todavía no se habían apagado los ecos de la pelea en el recinto, Rodolfo Tailhade (Frente de Todos) habló en la conferencia de prensa convocada para contar lo ocurrido en la sesión y acusó a Mauricio Macri de “sodomizar” a Mario Negri y la Unión Cívica Radical.
Los empleados del Congreso ya hicieron la capacitación de la Ley Micaela. No está claro si los diputados recibieron la instrucción exigida. Da la impresión que Ritondo y Tailhade estuvieron ausentes.
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