Maravillas de este siglo
08/04/2020 | 07:18 |
María Rosa Beltramo
Cuando se repasen las imágenes de las redes sociales durante el avance del coronavirus en el mundo, ocupará un lugar privilegiado el capítulo referido a la actividad de los famosos, obligados a exhibir retazos de su intimidad doméstica por el confinamiento.
Los que hasta hace poco mostraban atardeceres en islas caribeñas, se besaban delante de la torre Eiffel o ensayaban una selfie frente al Taj Majal, revelan ahora el ángulo más favorecedor del living, sonríen en una cocina de catálogo o pierden calorías en un parque de grandes dimensiones.
Los medios que deben cubrir noticias de deportes, cultura o espectáculos mientras la existencia de la pandemia concentra la atención mundial, nos han acostumbrado a esta nueva realidad de celebridades que hacen ejercicio, cocinan, fabrican tutoriales, aconsejan cómo criar a los chicos, opinan sobre métodos de prevención y, en general, concluyen su participación exhortando al resto de los mortales a ponerle al mal tiempo buena cara y, sobre todo quedarse en casa.
Precisamente ese detalle, la vivienda, es lo que por estos días ha originado virulentos debates acerca del impacto que provoca en un simple ciudadano la visión cotidiana de esas propiedades lujosas en las que desarrollan sus existencias los más afortunados, al menos en lo que se refiere a ingresos.
Hadley Freeman, la escritora británica y columnista del diario The Guardian se ocupó del caso de David Geffen, el productor cinematográfico norteamericano, que pasa la cuarentena en un yate que parece un transatlántico, y pidió que se detenga la exhibición de esas vidas privilegiadas.
“Aquellos que llevan demasiado tiempo en las redes sociales tienen arraigado en su instinto el hacer saber a la gente que viven una vida mejor que la de ellos”, opinó Freeman en una nota en la que consideró que es posible que los de abajo vean afectada su autoestima y se sientan más inseguros al confrontar su realidad con la de los millonarios.
Ese punto es especialmente discutible porque implicaría que los pobres recién ahora se vienen a enterar de que hay otra vida pero es más cara. Lo más probable es que la mayoría de los que miran fotos y videos de celebridades para matar el tiempo durante la cuarentena, sonrían al calcular la cantidad de gente que podría vivir en el gimnasio de los Messi.
Difícilmente los desheredados de este mundo vayan a emerger del confinamiento más tristes o afectados por espiar el lujo ajeno. En todo caso puede resultar más interesante ver el aprovechamiento que la farándula nacional está haciendo de esta realidad caracterizada por las transmisiones domiciliarias.
Todos los periodistas salen con sus bibliotecas como telón de fondo, los deportistas muestran una variedad significativa de aparatos para mantenerse en forma y actrices, actores y mediáticos en general suelen preferir sus cocinas. Hasta que ceda la pandemia, seguiremos disfrutando del paisaje doméstico. Y, esperemos, con la autoestima intacta.