Maravillas de este siglo
07/11/2022 | 08:58 | Por María Rosa Beltramo.
Redacción Cadena 3
María Rosa Beltramo
Las revoluciones pueden empezar de muchas maneras pero casi siempre incluyen episodios dolorosos, propios de cualquier alumbramiento. Elon Musk, el hombre que carga con la pesada mochila de ser el más rico del mundo, adquirió días atrás Twitter y prometió transformarla.
Con la habilidad que ha demostrado para los negocios desde su más tierna infancia, es probable que en noviembre de 2023 conserve el lugar más alto del podio de Forbes y haya engordado al pajarito de la red social estableciendo distintos valores para lo que , hasta ahora, era gratuito.
Pero cobrarles a los que se acostumbraron a opinar en 140 caracteres no es, ni por asomo, el aspecto más conflictivo de la revolución que promete el sudafricano. La conmoción empezó con una comunicación interna que Elon, que tiene un raro sentido del humor, se animó a firmar como “Cretino en jefe” en la que advirtió que para asegurar el éxito de la compañía en el futuro tenía que desprenderse de buena parte del plantel, medida que calificó de “desafortunadamente necesaria”.
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Antes de pedirles a sus empleados que chequearan la bandeja de entrada de la cuenta de correo electrónico -”también la de spam” advirtió- para enterarse si todavía formaban parte de la empresa, convocó al grupo más experimentado de ingenieros de otra de sus compañías, Tesla, y los puso a supervisar la labor de los informáticos de Twitter.
La red social se jactaba de ser esos espacios modernos con personal comprometido en la labor cotidiana, alto grado de satisfacción individual e impecable trabajo en equipo. En 24 horas el nuevo dueño le cambió la cara; incentivó enfrentamientos, eliminó la sensación de confianza y les hizo saber a todos que se habían equivocado al evaluar que estaban haciendo las cosas bien
Si lo que pretendía era generar caos e instalar una sensación de temor generalizado, lo consiguió en tiempo récord. Los empleados presentaron una demanda colectiva contra Twitter por haber llevado a cabo los despidos masivos sin avisar con la antelación estipulada.
Eso ocurre en el frente interno pero también ha sido fuerte el impacto entre los anunciantes, hasta ahora la única fuente de ingresos, algo que Musk ha prometido cambiar cuando las cuentas dejen de ser gratis.
Lo cierto es que muchos de ellos han resuelto congelar las inversiones hasta que el flamante propietario difunda sus planes. Entre quienes adoptaron esa decisión figuran General Motor, el conglomerado alimenticio General Mills y Volkswagen que recomendó desensillar hasta que aclare a Audi, Bugatti, Ducati, Lamborghini, Porsche, Seat y Škoda.
Musk se siente con todo el derecho del mundo a decidir el futuro de la red social porque pagó 44 mil millones de dólares para tenerla. Cree que si en el ejercicio pasado Twitter logró un superavit de 6 mil millones de dólares el podría elevarlo en el próximo a más de 20 mil.
Para eso falta todavía, pero por ahora hay otros temas en discusión. El de la responsabilidad y los filtros es uno, después que Musk, a las pocas horas de adquirir la compañía, publicó el link de una fake news que decía que el hombre que atacó al esposo de Nancy Peloso, la titular de la Cámara de Representantes, era en realidad un amante de Paul Pelosi con quien había discutido porque los dos estaban muy borrachos.
Temas como ese y no la amenaza de cobro, han convencido a varias celebridades de abandonar la red social. Habrá que ver cómo sigue la historia.
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