Maravillas de este siglo
04/04/2022 | 09:40 | Por María Rosa Beltramo.
Redacción Cadena 3
María Rosa Beltramo
Cerca de cumplir 28 años de vida, la joven, próspera y ascendente compañía de comercio electrónico y servicios de computación Amazon vio alumbrar, en Estados Unidos, al primer sindicato que representará a sus casi 6 mil trabajadores del depósito JFK 8 de Staten Island.
La noticia de su creación dio la vuelta al mundo porque el fundador de la empresa, Jeff Bezos, ha consagrado su existencia a hacer dinero y a militar en contra de cualquier atisbo de agremiación. Y hasta el último día de marzo de 2022 le fue bien; el millón de empleados estadounidenses-hay más de 400 mil en el resto del planeta-seguían estrictamente los lineamientos de la patronal y se resignaban a tratar cualquier problema laboral en forma individual.
La sindicalización en los galpones de Staten Island fue fruto de una labor de meses, no resultó nada fácil e inclusive se consiguió por unos pocos votos de diferencia: 2654 contra 2131. Pocos la vieron venir porque todo el mundo estaba pendiente de lo que sucedía en otro depósito, el de Bessemer, Alabama, donde el año pasado hubo una compulsa similar en la que ganó el no a la constitución de un gremio.
En ese lugar la autoridad laboral aceptó una segunda votación luego que el Sindicato de Minoristas, Mayoristas y Grandes Almacenes denunciara que Amazon había creado “una atmósfera de confusión, coacción y/o miedo a las represalias y, por tanto, interfirió en la libertad de elección de los empleados”. La segunda vez se achicaron las diferencias, pero de todos modos, 993 trabajadores insistieron en el no contra 885 que sufragaron por el sí, aunque quedó flotando la duda por la cantidad inusual de boletas impugnadas: 416.
La sindicalización de un porcentaje ínfimo de empleados de Amazon no es un tema menor en Estados Unidos y ocurre en un momento en que, según una encuesta de Gallup, el 68 por ciento de la población aprueba la afiliación de trabajadores a entidades gremiales, el índice más alto desde 1965.
Resulta extraordinario que en un contexto que siempre es adverso, más allá de cierta aceptación coyuntural, un grupo de operarios se haya animado a desafiar al todopoderoso Jeff Bezos, un hombre que desde hace años ocupa los primeros lugares en la lista Forbes de los más ricos del mundo. Apenas si en el último registro fue desplazado por Elon Musk, alguien con quien compite en fortuna y en viajes al espacio.
Christian Smalls, el fundador del sindicato de Amazon en Staten Island, se permitió aludir irónicamente a la afición de su patrón por esas incursiones a través de su cuenta de Twitter en la que dijo: “Queremos agradecer a Jeff Bezos por ir al espacio, porque mientras él se encontraba allí, nosotros estábamos organizando el sindicato”.
No es poco mérito reivindicar en esta época la importancia de unirse en defensa del interés común. En Estados Unidos nunca fue fácil y en gran parte del mundo llueven críticas sobre los líderes gremiales. La costumbre suele ser, hablar moderadamente bien de los que murieron o son de otros países y cargar contra los que están en funciones. La mayoría encuentra razones para denunciar que quieren perpetuarse en el poder, que son burócratas y que a los trabajadores les iría de maravillas si trataran individualmente con la patronal. Toda esa literatura no logró convencer al personal de Amazon. Alguna buena razón habrá para que David se le anime de nuevo a Goliat.
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