Jack Leon Ruby asesina al sospechoso de matar a Kennedy, Lee Harvey Oswald.

Maravillas de este siglo

Los magnicidas de afuera

24/09/2022 | 15:47 |  

Redacción Cadena 3

María Rosa Beltramo

Cuando la banda de los copitos todavía no tenía nombre, un porcentaje importante de la población argentina se permitió dudar de lo que había visto por televisión, en vivo y directo: la mano de un hombre gatillando un arma de fuego a 10 o 15 centímetros de la vicepresidenta de la Nación.

La incredulidad se profundizó en algunos cuando un par de días más tarde se conocieron los vínculos entre los conspiradores y se decidió que el factor aglutinante entre ellos eran los copos de algodón de azúcar que vendían al público que se agolpaba frente a la casa de Cristina Fernández.

La fachada permitió rebajar la importancia del atentado o negarlo. Al mismo tiempo se reforzaron los perfiles tragicómicos de los integrantes del grupo, al punto que cualquiera podría confundirlos con personajes de Capusotto y Saborido.

Y aparecieron cuestionamientos al arma empleada, a la ausencia de un plan de fuga y referencias a la presunta falta de luces de los implicados. Ese relato, que compara a los copitos con los autores de ataques a políticos y jefes de Estado de otros países, elude por ignorancia o conveniencia, el destino de los agresores foráneos y el resultado de sus acciones.

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El pasado 8 de julio, el ex militar Tetsuya Yamagami asesinó al exprimer ministro japonés Shinzo Abe. Le disparó en plena calle con un arma casera. Fue detenido en el acto y poco después explicó que pretendía vengarse del apoyo de Abe a una iglesia que había provocado la infelicidad de su madre.

Si hay un país que ha sufrido en carne propia la periódica arremetida de magnicidas es Estados Unidos. Su presidente más amado, John Fitzgerald Kennedy cayó, según la historia oficial, impactado por los balazos que partieron del sexto piso del Texas School Book Depository de Dallas.

El autor de los disparos, Lee Harvey Oswald, bajó a la calle, mató al policía JD Tippit y entró a un cine, donde fue apresado.Todo ocurrió el 22 de noviembre de 1963. Dos días más tarde, en la jefatura de policía y a pesar de que estaba custodiado por un ejército de uniformados, fue ejecutado por Jack Ruby, un comerciante que accedió al lugar desde la calle.

Ese capítulo de la historia norteamericana es, justamente, uno de los más controvertidos y ha dado pie a la elaboración de toda clase de teorías conspirativas, alimentadas, sobre todo, por la inmediata eliminación del magnicida.

Un dirigente clave en la lucha por los derechos civiles, Martin Luther King, fue asesinado por James Earl Jay, un ladrón de poca monta, el 4 de abril de 1968. Este caso es excepcional porque el asesino recién pudo ser capturado a los dos meses y muy lejos del escenario del crimen, en Londres.

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Poco después, el 5 de junio de ese mismo año y tras consagrarse en las primarias de California, el ex fiscal Robert Kennedy fue muerto por Sirhan Bishara Sirhan, capturado ese mismo día.

El único presidente norteamericano que fue baleado y sobrevivió al ataque es Ronald Reagan. El 30 de marzo de 1981, John Hinckley, un joven que quería impresionar a Jodie Foster, descerrajó seis disparos en tres segundos con un revólver Röhm RG-14 calibre 22. No logró su propósito, pero hizo un auténtico estropicio. El arma tampoco era la "adecuada" en opinión de los peritos.

Según la descripción de los expertos, la primera bala alcanzó en la cabeza al secretario de Prensa de la Casa Blanca, James Brady y lo condenó para siempre a la silla de ruedas. La segunda le dio en la espalda al oficial de policía, Thomas Delahant y la tercera sobrepasó al presidente y golpeó la ventana del edificio de enfrente.

La cuarta bala hirió a un agente del servicio secreto, la quinta rebotó en un vidrio blindado del auto presidencial y la sexta le ingresó a Reagan por la axila y se alojó en un pulmón.

En comparación con Hinckley, cualquiera de los copitos parece un genio, incluída Brenda y su declarada intención de convertirse en "libertadora". El frustrado magnicida estaba obsesionado por la actriz Jodie Foster que había conocido en "Taxi Driver".

Cuando llegó el juicio fue declarado inimputable por demencia. Estuvo recluído en distintos hospitales psiquiátricos hasta que en junio de este año la justicia dictaminó que no era peligroso para sí ni para terceros y le permitió recuperar la libertad.

Excepto en la literatura y el cine donde los autores de los atentados suelen esgrimir razones superiores y tienen el pulso firme y planes de escape (véase "El día del Chacal", la novela de Frederick Forsyth o cualquiera de las dos versiones cinematográficas) en la vida real ningún propósito parece más importante que acabar con el estadista elegido, y conseguir, por esa vía, una página en los libros de historia.

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