"Me gustaría que Dios me saque de acá"

Flaquito, pelo renegrido, ojos vivaces, carita de ángel, pícaro. Lautaro pone al borde del llanto al periodista cordobés de Crónica que tiene que apelar a todas sus reservas para seguir haciendo preguntas después de tamaña declaración.

El nene hace jueguitos con una pelota azul y enumera sueños con esa naturalidad que tienen los chicos para quienes nada es demasiado grande ni, mucho menos, imposible. Y así como se le ocurrió apelar a lo más alto para que lo libere de esa escenografía de perpetua pobreza, al minuto siguiente cuenta que quiere ser como Maradona.

Su historia, que pintaba para un par de minutos en el canal de las placas ingeniosas, está dando vueltas en medio continente por una circunstancia fortuita. Es que tenía puesta una camiseta del Sport Club Recife de Brasil. Alguien, conmovido por sus palabras, posteó el video y la imagen del niño argentino llegó al club.

Es cierto que el fútbol no tiene fronteras, pero también lo es que resulta extraño que de todos los equipos del país hermano, haya vestido ese día los colores del rojinegro, casi un desconocido por acá.

Pero, felizmente, lo vieron directivos e hinchas del equipo al que llaman “El león de la isla” y ahora lo buscan para asistirlo. "¡Buenos días, fanáticos! este video se hizo viral por aquí y estamos tratando de ponernos en contacto con el niño y su familia para que todos los rojinegros puedan ayudar de alguna manera", escribieron en Twitter.

Con 11 años recién cumplidos, el nene no sólo se refirió a su propia situación. Tuvo tiempo y visión para pedir "que se le cumplan todos los sueños a todos los nenes que están acá. Los que estén en la calle que tengan un techo” y le alcanzó para advertir que, pese a sus dificultades, hay mucha gente que está peor.

“Me siento mal por los nenes de la calle, porque no tienen para comer”. Después vinieron las expresiones que dejaron casi sin aire al entrevistador. "A mi mamá le daría una casa para que mi familia se sienta mejor y salga de la pobreza. Me gustaría que Dios me saqué de acá”.

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En los mismos portales que ahora repiten su súplica y lo acercan con cada clic a los brasileños conmovidos por su elección deportiva, hace poco más de una semana que circula la historia de Mompha Junior, el niño más rico del mundo.

Dueño de aviones, embarcaciones y una mansión que recibió de regalo cuando cumplió 6 años, el hijo de uno de los hombres más poderosos del continente africano, tiene ahora 10 años y posa sonriente con media docena de automóviles de su propia colección.

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Recostado sobre el capot de un Bentley o de pie junto a un Jaguar, sonriente junto a su padre detrás de dos columnas armadas con billetes, el chico nigeriano comparte sitios web con Lautaro.

Uno de ellos tiene la niñez acechada por la pobreza y atravesada por el deseo de dejar atrás ese paisaje de miseria. El otro, sin ninguna chance de vivir las simples alegrías que regala la infancia, si pudiera asomarse fuera de su jaula dorada, tal vez también le pediría a su dios que lo saque de ahí.