Maravillas de este siglo
27/10/2021 | 10:53 | Por María Rosa Beltramo.
María Rosa Beltramo
Cuando llegue el momento de evaluar los daños colaterales de la pandemia, habrá que consignar la disolución de un vínculo que duró 45 años, parecía irrompible y tuvo protagonismo en la política nacional desde el retorno de la democracia. En estos días inaugurales de una primavera tórrida ,disfrazada de verano y cuando el país sigue pendiente de la estabilidad conyugal de Mauro y Wanda, en silencio y lejos de las cámaras, se separaron Luis Barrionuevo y Graciela Camaño.
El histórico líder de los gastronómicos nunca estudió filosofía pero a lo largo de su dilatada carrera político sindical metió un par de frases que tienen más entradas en Google que las sentencias de Séneca. La primera , aunque no la más importante, es “en este país nadie hizo la plata trabajando” y la que se lleva las palmas no es una afirmación sino una sugerencia, “hay que dejar de robar por dos años”.
Su ex mujer, la diputada de Consenso Federal , destacó tradicionalmente por su indiscutible habilidad para negociar y armar estructuras disidentes cuando el oficialismo amenazaba con naufragar, pero por esas cosas de la relevancia de las imágenes y su preeminencia sobre las palabras, siempre será la que abofeteó en cámara a su colega Carlos Kunkel.
Ocurrió en octubre de 2010 en medio de una maratónica sesión de la cámara baja donde se discutía el presupuesto. Kunkel, kirchnerista, la chicaneó a Graciela con la frase de cabecera de Luis -”yo nunca prometí falsamente que por dos años no iba a robar, y seguí robando”, le dijo con la sonrisa de oreja a oreja- y ella que se estaba yendo, volvió sobre sus pasos y le respondió con una cachetada.
Dos de los diarios más importantes del país consignaron que acompañó el golpe con un enfático “no me grités, energúmeno”, mientras se declaraba harta de que le hicieran cargos a ella por expresiones del marido. “Somos dos personas independientes” remató.
A 11 años de aquel día en el que se vio compelida a replicar físicamente el intento de atribuirle el ideario del marido, Graciela decidió que es tiempo de continuar con la independencia fuera del hogar conyugal.
Durante años el sindicalista y la diputada se las apañaron para discrepar civilizadamente y mantener la unidad, a veces con distintas consignas políticas. De paso, la democracia interna les permitía a ambos ganar posiciones en grupos antagónicos.
El confinamiento forzado que nació de la pandemia de coronavirus parece haberlos resuelto a dividir sus caminos. Siempre fueron un ejemplo de armonía a pesar de las ocasionales disidencias políticas, pero esta vez se están peleando como cualquier hijo de vecino en esa etapa compleja cuando cada uno alquila nuevo departamento, separa las cuentas y busca abogado.
Nadie sabe hasta dónde escalará el conflicto. Por ahora se libra en el seno de la Unión de Trabajadores Gastronómicos donde Graciela apoya a su hermano Dante, titular de la seccional capital y Luis está con la lista que intentará removerlo del cargo.
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