Javier Milei, presidente de Argentina.

Maravillas de este siglo

Nombres vencidos

11/05/2024 | 08:59

 

Redacción Cadena 3

María Rosa Beltramo

Para usar una fórmula narrativa a la que nos acostumbró la moda de los memes, no importa cuándo lean esto, lo más seguro es que en el país alguien cercano al poder estará tratando de renombrar un edificio público o una calle, relegando al depósito el cuadro de algún héroe y colgando en su lugar el que estaba escondido en el sótano.

Un expresidente que hace 61 años reformulaba su discurso divisionista y descubría las bondades de la coincidencia, pronosticaba que el año 2000 nos encontraría “unidos o dominados”.

Lo más probable es que lleguemos al 3000 sin haber resuelto esa dicotomía, pero sumergidos en las mismas polémicas de toda la vida, discutiendo a grito pelado qué hombres y mujeres merecen reconocimiento colectivo y cuáles no tienen derecho a figurar en el olimpo argentino.

La administración libertaria se encuentra en plena etapa de deskirchnerización, proceso que incluye el cambio de nombre del CCK. Hubo una suerte de debate interno del gobierno para elegir la denominación adecuada, y de todas las propuestas, se impuso la de Palacio Libertad.

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Aunque ahora les toca sufrir a los peronistas, la corriente iconoclasta nacional es permanente y siempre hay alguien intentado hacer justicia con la historia, o tratando de poner las cosas en su sitio.

Dicen que las estatuas hablan de quien las colocó. Para no andar demoliéndolas cada vez que cambia el gobierno, deberían sobrevivir a sus mentores y soportar el paso del tiempo con el mismo estoicismo que aguantan los vaivenes del clima.

En el presente es Milei el que exige eliminar del Centro Cultural el nombre del ex presidente Néstor Kirchner. Una década atrás fue Cristina Fernández la que inició el trámite de remoción del monumento de Cristóbal Colón ubicado en las inmediaciones de la Rosada, para reemplazarlo por la escultura de Juana Azurduy.

La historia dice que fue el ex presidente venezolano Hugo Chávez el que, durante una visita al país, se extrañó de que la figura del que calificó de genocida se irguiera tan próxima a la sede del gobierno. La decisión de que el emblema de la conquista cediera espacio a la heroína latinoamericana abrió un período de interminables discusiones que el tiempo no resolvió pero ayudó a moderar.

La pasión partidaria, política o ideológica que lleva a bautizar las calles con determinados nombres es sólo comprable al fervor que otros emplearán después para eliminarlos y reemplazarlos.

Pero además de cuestiones comprensibles relacionadas con distintos enfoques políticos, ciudadanos ubicados en cualquier punto del espectro ideológico tienen que soportar denominaciones que rinden tributo a episodios delictivos, como un golpe de Estado. Hasta hace poco Córdoba seguía llamando a una de sus calles "Revolución Libertadora".

Ideología al margen, un problema siempre vigente es el homenaje rápido surgido del fervor que puede generar, por caso, la competencia deportiva. La plazoleta ubicada en el ingreso al Parque Sarmiento conserva todavía el nombre de un hombre que purgó una condena en Bouwer por violencia de género, aunque con el pretexto del arreglo de la vereda sacaron el cartel gigante que lo mencionaba.

Esos dos últimos son casos excepcionales. Lo usual es que el perfil ideológico dominante determine cambios en los nomencladores catastrales o en los edificios públicos. Eso puede generar enojos y deseos de revancha. Es cuestión de tiempo; el nombre que se baja hoy será mañana objeto de desagravio y reconocimiento.

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Así lo destaca un estudio del Observatorio de Calidad Institucional de la Universidad Austral. "El sindicalismo tiene una postura dual: amable con peronistas y hostil con los que no", dijo el titular a Cadena 3.

Definición en el Senado

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