Maravillas de este siglo
28/10/2023 | 08:38
Redacción Cadena 3
María Rosa Beltramo
La Cámara de Representantes de los Estados Unidos votó la destitución de su presidente, el republicano Kevin McCarthy, una decisión sin precedentes que dejó al Capitolio sumido en el caos.
Tras sucesivos intentos con Steve Scalise, Jim Jordan y Tom Emmer finalmente se decantaron por el ultraconservador Mike Johnson, un aliado de Donald Trump.
Pero el reemplazo de McCarthy, alentado mayoritariamente por la bancada demócrata y respaldado por un puñado de republicanos, no llegó, sin embargo, a generar una discusión tan acalorada e intensa como la que provocó John Fetterman un cálido día de abril en el que entró al senado luciendo una camisa de mangas cortas y bermudas.
La pelea por la vestimenta ya consumió horas de televisión y ríos de tinta y se mantiene lozana cuando la lógica más elemental habría prescripto su agotamiento.
Forzado a pararse en el centro de la escena y a dar su parecer, el titular del senado, Chuck Schumer opinó que los miembros de esa cámara pueden llevar "lo que quieran".
Su pronunciamiento, sin embargo, no convenció a los republicanos. Cuarenta seis de los cuarenta y nueve consideraron que los que ocupan su banca vestidos informalmente “faltan al respeto a la institución a la que sirven y a las familias americanas a quienes representan”.
Y si el demócrata Fetterman osó sentarse en su escaño con bermudas, tenía que llegar la advertencia de lo que podría ocurrir si las senadoras optaban por acudir al congreso con una prenda equivalente.
Fue la representante republicana de Maine, Susan Collins, autora del libro "Eastern Europe and the Soviet Union in the World Economy" la encargada de sugerir que, de continuar la nueva modalidad, en cualquier momento aparecería una senadora de bikini.
Parece exagerado pero hay que señalar que hasta 1993 no se les permitía a las legisladoras usar pantalones y que tuvieron que esperar hasta 2017 para lucir vestidos sin mangas y sandalias que dejaran sus dedos al descubierto.
Derek Guy, un crítico de moda masculina aportó elementos para la discusión. Por un lado consideró que para avanzar en los temas más urgentes Fetterman podría ponerse un traje.
Pero también apuntó que “hay gente horrible que lleva traje todos los días y gente buena que ni siquiera tiene uno. El respeto al senado va mucho más allá de la ropa que llevas”.
El senado norteamericano ha tenido, desde el siglo XIX, un código de vestimenta que exigía una indumentaria que transmitiera “decencia y modestia”. En 1959 corrigieron la falta de precisiones y pidieron “traje y corbata”.
Este año se las ingeniaron para sacar a relucir el tema de la ropa y por 57 votos a 43 abolieron el antiguo código.
Los conservadores pusieron el grito en el cielo. Kevin Cramer dijo que los demócratas se disponían a “convertir al Senado de Estados Unidos en un bar deportivo”.
Fetterman aprovechó la fama de outsider que le dieron sus bermudas y sin presentar ningún proyecto cosechó el respaldo de jóvenes que descubrieron repentinamente en él a un progre.
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