Maravillas de este siglo
27/08/2019 | 09:47
María Rosa Beltramo
El enfrentamiento entre Jair Bolsonaro y Emmanuel Macron por la mejor forma de apagar los fuegos del Amazonas tuvo una inesperada derivación, cuando el mandatario latinoamericano decidió respaldar un sexista comentario publicado en Facebook y la disputa política saltó de los recoletos ámbitos diplomáticos al barro de la pelea callejera.
Un ignoto Rodrigo Andreaca reprodujo dos fotos de los jefes de Estado de Brasil y Francia con sus respectivas esposas; Michelle, de 37 años y Brigitte, de 66 y un texto breve, pero sugerente: "¿Ahora entienden por qué Macron ataca a Bolsonaro?", lo cual mereció un "No humillen al hombre” rematado por un contundente “ jajaja", de parte del mismísimo Jair Messias. Después de la ofensa, el incendio del pulmón que se achicharra en el cuerpo de Brasil pero ayuda a respirar a medio mundo, pasó a segundo plano.
Meterse con la familia es, en cualquier época, una de las formas más efectivas de abrir heridas que después cuesta cerrar. La evolución de las costumbres ha tornado más desaconsejable que en el pasado ciertas bravuconadas y sentencias machistas por las que algunos dirigentes han pasado a la posteridad pero, probablemente, si las dijeran ahora sólo recibirían muestras de reprobación.
Lejos del destrato que es una de las características más llamativas del hombre que gobierna desde el Palacio del Planalto, el recordado premier británico Winston Churchill no sólo es famoso por la forma como timoneó el destino de la isla durante una de las etapas más convulsionadas del mundo, sino también por la acidez con la que se peleaba con la oposición, incluidas mujeres a las que no les pegaba en el centro de sus convicciones políticas sino por cuestiones un poco más futiles, como la apariencia.
Una de las discusiones que la historia registra es la que mantuvo con la socialista Elizabeth Bradock. Aseguran que ella le endilgó que se encontrara “asquerosamente borracho", imputación que replicó con un lapidario "Bessie, querida, tú eres fea, asquerosamente fea y mañana yo estaré sobrio y tú seguirás siendo fea".
Pero volviendo a la actualidad y al motivo de las tensiones entre Brasilia y Paris, Macron lamentó que su colega haya formulado "comentarios extraordinariamente irrespetuosos" sobre su esposa, y agregó: "¿Qué les puedo decir? Es triste, es triste, pero es triste primero por él y los brasileños”.
Arriesgó el marido de Brigitte que “las mujeres brasileñas probablemente se sienten avergonzadas de su presidente” y advirtió que la cosa no es con los coterráneos de Vinicius de Moraes y Pelé sino con el hombre que ejerce la primera magistratura. "Como tengo mucha estima y respeto por el pueblo de Brasil, espero que muy pronto tengan un presidente que esté a la altura del cargo”.
Ni siquiera un maltratador serial como el norteamericano Donald Trump ha incurrido en insinuaciones antidiplomáticas tan severas . Es verdad que sus peores groserías las ha destinado a sus propias connacionales. En 2015 y en plena etapa de primarias desacreditó a Carly Fiorina, aspirante republicana como él, con estas palabras: "Miren esa cara. ¿Votaría alguien por eso? ¿Se imaginan eso como la cara de nuestro próximo presidente?".
También supo llamar "perra", “bruta”, “delincuente” y “chiflada” a su ex asesora, Omaros Manigault Newman, pero es verdad que en este caso abarcó bastante más que su apariencia física y le dedicó todos esos calificativos cuando se enteró de que tenía en imprenta un libro sobre su labor en la Casa Blanca.
Pero por estas horas el problema no es el presidente norteamericano. Al contrario, la reunión del G7 discurría en Biarritz con el ritmo habitual de esos encuentros , con las revistas de moda ocupándose del “ duelo de estilos” entre Melania Trump y Brigitte Macron después que una eligiera zapatos de tacón alto de Louis Vuitton y la otra unos de aguja de Christian Louboutin, cuando el presidente de la República Francesa se enteró del posteo de Jair acerca de su esposa. Bolsonaro se cree incombustible pero debería saber que el rencor puede seguir ardiendo mucho después que los bomberos consigan sofocar las llamas que están devorando la selva amazónica.