Maravillas de este siglo
11/04/2022 | 09:14 | Por María Rosa Beltramo.
Redacción Cadena 3
María Rosa Beltramo
Si el jefe del Ejército, Guillermo Olegario Pereda, hubiera puesto en duda la campaña libertadora de San Martín probablemente no hubiera generado expresiones de rechazo tan fuertes como las que provocó su decisión de iniciar un discurso con la expresión “soldados y soldadas”.
Estaba en Misiones, dándole la bienvenida al arma a 1.500 jóvenes que se incorporan este año al servicio militar y eligió el modo no sexista de mencionarlos sin imaginar que cinco minutos más tarde, usuarios de distintos portales repudiarían sus manifestaciones asimilándolas a una ofensa hacia el ejército.
No es fácil entender la violencia de las reacciones. No es la primera vez que ocurre pero sí en el ámbito castrense, caracterizado por normas rígidas y convenciones antiguas. Es un clásico; personas acostumbradas a tolerar críticas a su partido político, su equipo de fútbol favorito o aún a aspectos de su comportamiento, se desquician cuando escuchan a alguien hablar en lenguaje inclusivo.
Después del estallido inicial y apenas recuperan la calma se refugian en la Real Academia Española, el organismo que gobierna sobre el idioma que hablamos en esta parte del mundo y que resiste como puede los cambios, los bloquea durante meses y años y admite a cuentagotas, modificaciones que surgen de su condición de lengua viva.
La cátedra no registra todavía al femenino de soldado. Pereda se anticipó, sin duda, pero es cuestión de tiempo. El diario El País, que suele aceptar sin discusión el dictamen de la RAE, comenzó a emplear “soldada” en la vigésimo tercera edición de su manual de estilo, publicada en 2021.
Sus lectores no son muy distintos de los que frecuentan cualquiera de los portales argentinos.Allá también los insultaron y les pidieron que llamaran a los académicos pero el diario mantuvo el criterio y lo reforzó, recordando además que en sus páginas también se emplean "caba", "sargenta" y "coronela".
Los fanáticos de la Academia aceptan sus decisiones como si procedieran de un ente infalible y no de un grupo de expertos que, con alguna frecuencia, le baja el pulgar a ciertas propuestas y acoge otras, sin que los que analizan sus resoluciones entiendan demasiado bien las causas del rechazo ni las de la admisión.
Hace poco aceptaron “palabro” por palabra mal dicha, ”almóndiga” por albóndiga, “asín” como vulgarismo de así y “culamen" por culo o nalgas, además de “toballa” por toalla y “descambiar” por deshacer un cambio.Y, que se sepa, no abrió la boca para pedir explicaciones ninguno de los lingüistas que amenazaron con abrirse las venas con la portada del Larousse ilustrado por “soldada”.
Pero volviendo al origen del conflicto, la Real Academia sí contempla los femeninos de grados militares. Claro que con significados muy distintos al masculino. “Generala” es la mujer del general y “sargenta” la mujer del sargento y también “mujer corpulenta, hombruna y de dura condición”.
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