Vacunados

Maravillas de este siglo

Vacunados

12/11/2020 | 07:50 |   

María Rosa Beltramo

Dicen que para entender episodios complejos de la historia se necesita perspectiva y que a eso sólo lo brinda el tiempo. Habrá que esperar, en consecuencia, para analizar cómo es posible que después de 1.200.000 contagiados de Covid y poco más de 34 mil muertos, los anuncios sobre la inminencia de la vacuna hayan generado un monumental debate sobre la conveniencia o no de aplicársela.

Desde los remotos días de marzo cuando nos anunciaron que la vida entraba en pausa por la llegada del virus, sabemos que cientos de actividades indispensables para nuestro bienestar dependían de la dichosa, anhelada, utópica y, por entonces, lejana, vacuna.

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En cada una de las jornadas que han transcurrido desde el inicio de la cuarentena nos han bombardeado con recomendaciones sobre empleo del barbijo, distanciamiento e higiene de manos y la advertencia de que era el único modo de protegernos…hasta que apareciera la vacuna.

Al principio hubo cálculos, apuestas, proyecciones y decenas de expertos que los medios se disputaban para pronosticar cuándo y dónde aparecería el científico o el CEO gritando el equivalente del mítico Eureka y exhibiendo la jeringa salvadora.

La fecha probable seguía empleándose cada vez que distintos sectores exigían el retorno a clases, la vuelta del transporte público, los partidos de fútbol con público, un cine preparado para una avant premiere o una audiencia expectante en el debut de una obra teatral. “Todo eso es un sueño hasta que haya una vacuna”.

Y más o menos para la fecha que anticipaban los que saben, se anunció formalmente la adquisición de una partida de la vacuna rusa. Ahí empezaron esas extrañas sensaciones que no cualquiera ofrece y que nuestro país es capaz de regalar generosamente para dejar con la boca abierta al resto del mundo.

En vez de gente desesperada por averiguar que día llegaba la primera partida, los medios plantearon con toda naturalidad que en una de esas los responsables se habían salteado una o dos etapas de prueba y que, en definitiva, tal vez el remedio era peor que la enfermedad.

Para respaldar semejantes encuestas hasta consiguieron infectólogos amigos. Es verdad que ninguno se atrevió a respaldar a los antivacunas, pero a veces no es necesario; alcanza con mirar a la cámara con gesto adusto y un interrogante mudo en la mirada cuando el conductor de turno, pregunta “y vos… te la pones o no?“.

Es probable que la procedencia de la vacuna haya colaborado con la generación de esos incomprensibles debates. Parece haber cierta confusión geopolítica y una actitud anacrónica de personas que se sienten en mitad de la guerra fría. Lo cierto es que después de una larga espera, salpicada de víctimas, la vacuna fue presentada por algunos como una amenaza.

Los ministros de salud de cada una de las jurisdicciones tuvieron que formular aclaraciones sobre la inclusión en el calendario oficial. Al revés de lo que cualquiera podría imaginar, la intención no era garantizar que hubiera dosis gratuitas para todo el mundo. Pretendían, en cambio, garantías de que no sería obligatoria.

Ahora ya hay dos de las once en camino, que reconocen una efectividad del 92 y el 90 por ciento. Es muy probable que algún debate inteligente reemplace al que nos sorprendió estos días, pero para la historia de la pandemia quedará esta enconada resistencia motorizada por algunas figuras al remedio por el que implorábamos cuando apareció el coronavirus.

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