Maravillas de este siglo
31/10/2022 | 10:19 |
Redacción Cadena 3
María Rosa Beltramo
Modelo de sobriedad y de apego a los principios republicanos, pocos podían siquiera imaginar que Luis Alberto Alejandro Aparicio Lacalle Pou fuera a alterar el respeto a las leyes por una cuestión tan frívola como el cuidado de su cabello.
Como las minas de acción retardada, el escándalo ocurrió durante la pandemia pero estalló esta semana al trascender que el presidente uruguayo abrió las fronteras cerradas por el coronavirus para permitir el ingreso de Bruno Szyferman, un médico argentino especializado en implantes capilares.
Propietario de Capilea Internacional, inauguró una clínica en territorio oriental, circunstancia que le permitió a un vocero de la presidencia justificar la visita del experto.
"Vamos a ser serios", reclamó el secretario de la Presidencia, Alvaro Delgado, quien sostuvo que la incursión de Szyferman no tuvo nada que ver con el tratamiento al que fue sometido Lacalle Pou.
Pero los periodistas no habían llegado a publicar esa tibia desmentida cuando el médico argentino reveló que había estado en el quirófano junto a sus colegas uruguayos durante la segunda intervención del presidente.
Aclaró, no obstante, que la responsable fue Gabriela Novello, la directora de la clínica. Un portal señaló, en cambio, que el viaje de Szyferman se hizo a pedido de Lacalle Pou que pidió por el profesional argentino en el tramo final del procedimiento.
Con la noticia de la aparente violación de las normas sanitarias circulando tardíamente por todos lados, el dueño de Capilea trató de dejar en claro que las autoridades orientales no tuvieron que romper ningún protocolo para contar con sus servicios.
“En el rol que desempeño como director internacional, me toca asistir, coordinar y visitar las diferentes sedes de la empresa Capilea, incluyendo la sede de Uruguay. Cabe destacar que no realizo atención médica fuera de mi país más allá de brindar el asesoramiento médico”.
Lo cierto es que la prolijidad que se le atribuye al mandatario uruguayo resultó afectada por lo que parece un tema menor, en contraste con el drama de muerte y parálisis de la economía que generó el Covid.
Al fin, Lacalle Pou no será el primero ni el último que arriesgue credibilidad y prestigio por lucir una cabellera abundante. Desde Sansón para acá, melena, fuerza y juventud son términos que habitualmente van juntos.
En el mundo de la política y en el plano internacional pocos han tenido a tanta gente pendiente de su cabeza como Silvio Berlusconi. El ex premier italiano se sometió al primero de numerosos implantes capilares en 2004.
La gente se enteró porque apareció primero con una badana durante las vacaciones que compartió en Cerdeña con su colega británico Tony Blair y a los pocos días estrenó pelo renegrido. A lo largo de su prolongada carrera il cavalieri ha manifestado una atención permanente por el cabello, que mantiene a sus 86 años.
Lo cierto es que las preocupaciones estéticas parecen ocupar una parte importante de la agenda del poder. El deseo de verse mejor hace que arriesguen más de lo conveniente.
Sin las responsabilidades de un presidente pero con la carga pública de representación que asumió, la reina consorte de Inglaterra, Camila Parkes Bowles tomó la (pésima) decisión de viajar a la India para un tratamiento de rejuvenecimiento justo cuando su país enfrentaba una crisis inédita, que incluyó la renuncia de la primera ministra.
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