La quinta pata del gato
25/12/2020 | 11:51 | Bergoglio reclamó a las sociedades ricas: les pide solidaridad para que la vacuna llegue a todos. Tiene razón. Pero resulta que ya lo están haciendo.
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En su tradicional mensaje de Navidad el papa Francisco repasó los problemas del mundo, entre ellos obviamente la pandemia, e instó a los países ricos a ser solidarios con las vacunas para que lleguen “sobre todo a los más vulnerables”. Reclamó que los “nacionalismos cerrados”, el individualismo y la ley del mercado no impidan la llegada de la vacuna. Y pidió “vacunas para todos”.
Para que las vacunas lleven una luz de esperanza al mundo entero "tienen que estar a disposición de todos", dijo Jorge Bergoglio.
El mensaje está muy bien. Sin embargo, como suele suceder con el Vaticano y en general todas las instituciones, personalidades y poderes que reclaman a los demás ser solidarios, fraternos y generosos, esa forma de plantear las cosas oculta lo mucho que ya se hace.
Uno escucha el mensaje del Papa y te deja la sensación de que el mundo es una cantera de egoístas. Y esa idea es falsa, distorsiva.
La realidad es que las sociedades ricas ya son mucho más solidarias, fraternas y generosas de lo que da a entender el mensaje de Bergoglio.
Basta ver el programa Covax de las Naciones Unidas. La organización ya reunió 2 mil millones de dólares y apunta a juntar 4 mil millones más para comprar dos mil millones de dosis. Serán no sólo para los pobres de los países pobres sino también a pobres de países intermedios. Incluso para países como Argentina, que tranquilamente podría pagarse sus propias vacunas si no fuera porque todos nosotros, como conjunto, somos un desastre.
Dos mil millones de dosis alcanzan para casi 15% de la población mundial. Y la ONU espera poder empezar a aplicarlas no en 10 años sino desde el próximo trimestre, casi al mismo tiempo que los “países ricos”.
Las Naciones Unidas se financian básicamente con aportes de países ricos. Y acá han puesto plata extra, además. Por ejemplo: Canadá, un “rico” que ha sido criticado por haber encargado dosis para inmunizar 5 veces su población, sin reparar en que esos aportes son los que permitieron a los laboratorios acelerar el desarrollo de la vacuna, puso para Covax 75 millones de dólares. Noruega ya puso 25 millones pero comprometió 100 millones más. La Unión Europea comprometió aportes por 500 millones de euros. Hay muchos más.
También aportan privados. El que más puso fue la Fundación Bill Gates: 156 millones de dólares.
El Vaticano y sus similares deberían ser más cuidadosos. Al fin y al cabo el papado no financia, investiga, desarrolla, fabrica, paga, distribuye ni coloca vacunas. A todo eso lo hacen otros, a los que el Papa les exige solidaridad. Son muchos los que se dedican a esa profesión.
Y está bien instar a que los demás seamos fraternos y generosos.
Pero hay que hacerlo con cuidado. Reclamar como si nadie hiciera nada puede ser un falso mensaje de desesperanza, en lugar de un mensaje realista que reconozca la bondad del mundo. Será modesta, lenta, digan lo que quieran. Pero esa es la bondad realmente existente. Esa es la bondad que efectivamente va a llevar las vacunas a quienes no puedan pagarla. A las vacunas no las colocarán las palabras. Los que en esta crisis no aportamos nada sino sólo palabras haríamos muy bien, de vez en cuando, en reconocer que nuestro mundo, a veces, es mucho mejor de lo que nos cuentan.