Trump vs Biden: breve lección para nosotros

Carrera a la Casa Blanca

Trump vs Biden: breve lección para nosotros

30/09/2020 | 14:02 | El debate presidencial en EE.UU. escandalizó a todos. Con ojos argentinos, se ve que nadie puede eludir el debate, que las reglas no cambian y que la discusión es real, no un verso.

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Donald Trump y Joe Biden, candidatos a la presidencia de los Estados Unidos, escandalizaron ayer a la comunidad política estadounidense. Las críticas han llovido.

La grotesca negativa de Trump a condenar a los supremacistas blancos, por ejemplo, cayó como un masazo en una sociedad marcada por un rascismo que está siempre sobre la mesa. Las interrupciones brutales del actual presidente fueron la nota más marcada de la noche, al punto que taparon temas cruciales, como los irrisorios impuestos que pagó en 2016 y 2017 o su negación pública de la gravedad de la pandemia, a pesar de que la reconocía en privado, en conversaciones que están grabadas. Así y todo, Trump desplegó un discurso mucho más sólido que el que esperaban quienes, ciegos de odio, lo consideraban sólo un idiota con suerte.

Del lado de Biden quedó expuesto un candidato que pareció débil, sin agilidad para responder, sin energía para defenderse y atacar. Dubitativo, trabado, sin las afirmaciones concretas que hacía Trump, Biden tuvo sus mejores momentos cuando apelaba a generalidades y buenas intenciones. El discurso típico del político que nunca tuvo responsabilidades ejecutivas. En todo caso, la pregunta es para el Partido Demócrata: ¿cómo puede ser que el partido de figuras como Clinton, Obama, Hillary no haya logrado encontrar un mejor candidato.

Semejante panorama en el país que tiene escriturada la democracia a su nombre, ha resultado desolador. A los periodistas y analistas no les alcanzan las palabras para expresar la sensación de decadencia, desolación y alarma que dejó el debate.

Hay debate, y es un debate

Con ojos argentinos, de todas maneras, se pueden ver otras cosas. Por empezar, los debates presidenciales televisados de Estados Unidos se han hecho desde 1960, cuando Kennedy y Nixon chocaron por primera vez. Ningún candidato tuvo jamás la cobardía de no debatir porque iba primero en las encuestas, como ha sucedido tantas veces en nuestro país y en Córdoba.

Pero, además, las reglas no se cambian.

No sólo se vota el primer martes posterior al primer lunes de noviembre, según la norma que así se expresó en 1845 y nunca más se cambió. El sistema electoral es básicamente el mismo. A nadie se le ocurriría imponer de golpe y porrazos elecciones Paso, como hizo Néstor Kirchner sólo porque había perdido las elecciones de 2009 y con las Paso esperaba no volver a perderlas nunca más.

La misma regla del debate no se cambia. Lo organiza una entidad apartidaria privada que no recibe fondos estatales ni de partidos.

Por último, el debate presidencial es un debate. El periodista que modera también pregunta, lo que quiere, definido por él mismo. Y los candidatos no se limitan a enunciar un listado de buenas intenciones disfrazadas de propuestas, dichas en una sucesión interminable de x minutos cada uno, como sucede en Argentina. A diferencia de los pobres debates argentos, donde los candidatos en general no discuten, no se responden, no se refutan, no se critican, no argumentan, en Estados Unidos el debate es real. No una puesta en escena políticamente correcta. Ayer les salió mal, muy mal. Pero fue un debate.

Es eso lo que podríamos aprender de una súperpotencia que, casi seguro, tal vez esté entrando en su ocaso, pero que sigue teniendo un debate público vibrante.