Polítca esquina economía
12/03/2019 | 08:27 |
El Presidente apuesta a dios para que, en el futuro, pueda explicarse el apagón. Pero a las explicaciones del desastre venezolano las vienen dando los expertos desde hace más de una década.
Adrián Simioni
El rio Guaire es corto. Tiene apenas 72 kilómetros y cruza Caracas. Desde hace muchos años está canalizado y en los hechos es la mayor cloaca abierta de la capital venezolana. En 2017, cuando el régimen de Nicolás Maduro desconoció la autoridad del Congreso, miles de venezolanos se vieron obligados a cruzar ese lento flujo de mierda para escapar de los gases lacrimógenos. Los funcionarios disfrutaron y se burlaron públicamente de ellos. En los últimos dos días, muchísimos caraqueños acudieron a ese río de orina para tratar de buscar en él algo parecido al agua. El corte eléctrico que desde el jueves golpea a Venezuela impide bombear agua a los edificios. No hay luz. Tampoco hay agua.
Que dios se lo explique
Mientras, han pasado cuatro días y el gobierno de Maduro, el “presidente A”, si se lo puede llamar así, ni siquiera ha podido dar una explicación razonable sobre lo sucedido. Con el apagón, no se le enciende la lamparita.
Ayer, el sucesor de Chávez volvió a bordear el delirio. Ante un grupo de adeptos uniformados (rojo para los militantes del partido oficial; beige para los milicianos populares) Maduro repitió infinidad de veces la conspiración oficial, limitada a un libreto de escasísimas palabras que no dicen nada: que el apagón que paró Venezuela se debió a “una guerra cibernética, electromagnética y física” (sic). Pero no pudo decir dónde, cómo y por qué se originaron las fallas.
Ante tanta impotencia, la revolución bolivariana parece haber entrado directamente en fase religiosa: “La oposición lo hizo con alta tecnología que sólo tiene el gobierno de Estados Unidos -acusó Maduro-. En algún momento se sabrá cómo lo hicieron, con qué lo hicieron y cuándo lo hicieron. En algún momento todo se sabrá. Siempre todo se sabe, porque dios está con nosotros”, fue la apelación última de Maduro, líder de lo que el progresismo latinoamericano todavía defiende como la herencia socialista de la ilustración. O sea que Maduro dice que sabe que los culpables son los opositores pero en realidad no lo sabe. O no lo quiere decir.
Maleza, indolencia y desinversión
Juan Guaidó, el “presidente B” de Caracas, intentó brindar una explicación más racional, basada en lo que ya habían dicho gremialistas de la estatal Corpoelec que una vez fueron chavistas y abonaron el desastre.
Esta es la idea: la represa El Guri tiene la mitad de la capacidad instalada eléctrica de Venezuela. Y tres líneas de transmisión de la represa se cayeron por falta de mantenimiento e incendio de maleza debajo de los cables. Reemplazar El Guri no es posible.
El especialista Rodrigo Linares dice que no hay generadoras suficientes y que tampoco existe el combustible para alimentarlas si las usinas existieran. Todo esto en el país con las reservas petroleras más grandes del mundo.
El imperialismo nuestro de cada día
Mientras tanto, el madurismo sigue culpando al presunto imperialismo de Estados Unidos, la justificación para tontos que usa desde hace décadas para explicar desde la muerte de Chávez por una especie de cáncer inducido por la CIA hasta las misteriosas razones por la que ni tan sólo una de las múltiples empresas estatizadas por el chavismo lograron evitar el fracaso más absoluto.
El delirio político del chavismo llega en su hora más oscura al peor de sus niveles. Durante 20 años, sentado sobre el inmenso poder que le daba el petróleo a más de 100 dólares el barril, Chávez primero y luego sus delegados y delfines, decidieron a fuerza de capricho hasta el orden en que volarían las moscas en Venezuela.
Quisieron regalar petróleo para comprar adhesiones para la megalomanía de Chávez. Lo hicieron. Quisieron estatizar toda la economía. Lo hicieron. Quisieron culpar por el desabastecimiento a la anémica y minúscula actividad privada que quedaba. Lo hicieron. Quisieron entregar el petróleo que Estados Unidos les pagaba de contado a China a cambio de préstamos para gastar a cuenta de lo que aún no se había extraído. Lo hicieron. Quisieron vapulear a los opositores, monopolizar los medios de comunicación y burlarse de la democracia republicana y lo hicieron.
Sobre todo: quisieron ignorar las advertencias que desde la hora uno le formularon expertos de todos los ámbitos y lo hicieron.
Culpables de avisar
Ellos avisaron que estaban destruyendo un país, que a ese ritmo la producción petrolera caería a un tercio, que terminarían teniendo que importar hasta los alimentos que Venezuela siempre había producido.
Pero el chavismo acusaba a los expertos de alarmistas, aves de mal agüero que sólo querían abortar la emancipación de los pueblos. Los expertos señalaban que en frente había un abismo. Y el chavismo los acusaba de estar excavando el precipicio.
Ahora Venezuela ha llegado, a 300 por hora, al borde del precipicio. En ese límite, Maduro apela a los dioses para explicar por qué no se enciende la luz. Pero no hace falta recurrir a la Biblia ni a los apóstoles para saberlo. Basta con escuchar a los expertos que durante 20 años fueron vilipendiados como vendepatrias por uno de los movimientos políticos más ignorantes y dañinos que han asolado América Latina.